Madrid

17 octubre 2024 21:26 | Actualizado a 18 octubre 2024 07:00
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Madrid no tiene límites. Se extiende como un líquen. La sierra queda lejos y la meseta a su alrededor parece infinita. Encinas y matorrales, y un cielo crepuscular de un dia de tormenta. Luz limpia. Azul oscuro. Volver a Madrid es siempre volver a unas personas y un tiempo.

Mi padre. Gato –los de Madrid son Gatos–. Muy Gato. En la casa de mi infancia flotaban nombres como Chamberí, chisgarabís, chulapa, chotis, Chamartín... El cocido en La Bola. Las tardes en Las Ventas. Nombres que salían en el viejo Monopoly. Era una época en blanco y negro. De una tristeza porosa que lo ocupaba todo.

El Madrid de hoy no tiene nada que ver. Hoy es un pedazo de ciudad absoluta. Inversiones, restaurantes, bancos, muchos bancos, señores estupendos, exposiciones, nuevos ministerios. Señoras estupendas. Coches estupendos. Jardines. Estatuas. Museos. ¡Y qué museos! Grandes avenidas. Grandes plazas. Grandes rascacielos. Y el Bernabéu que parece una nave intergaláctica. Ese es el Madrid que nos venden. Pero Madrid son millones de personas que no responden a clichés. Afortunadamente hay muchos madrides en Madrid. Pero en un viejo rincón he podido saludar a ese Madrid de siempre. «Marchando un café y una porra». El tiempo se ha parado en un bocado que te deja los labios de azúcar.

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