No admito discusión. Disculpen la rotundidad. El de la DOP Siurana es el mejor aceite del mundo. Me dirán que es cosa de gustos. No, no lo es. Claro que yo, como Obélix, me caí en la marmita cuando era pequeña. Básicamente porque detestaba la leche, y mis desayunos consistían en un plato de aceite y sal, o aceite y azúcar, en el que bañaba una rebanada de pan. Este desayuno ha sido mi comida más consistente. Cuando nada consigue levantarme el ánimo, una rebanada de pan con aceite y sal me rescata de la tristeza, el dolor de cabeza, la soledad, el vacío existencial, el nihilismo y las noches de insomnio. ¿Cualquier aceite? Hombre, cuando se vive en Bruselas se acepta pulpo por animal de compañía, pero yo he viajado con la maleta llena de botellas de aceite –oli del primer raig Antara– de un color verde fosforito, sin levantar sospechas. No es de extrañar que sea este mismo aceite el que haya sido usado para consagrar el altar de Notre-Dame. Lo pueden leer en el Diari de hoy y es una historia maravillosa. El uso del aceite como elemento de sacralidad te remonta a lo más antiguo. A la esencia de lo que somos. Puedo renunciar a casi todo (si vieran mi nevera caerían en depresión) pero jamás a mi aceite de oliva de Siurana. Saber que el olor de la oliva prensada en La Selva del Camp se ha vertido sobre el altar de la catedral más famosa del mundo, es sublime.
Siurana
10 diciembre 2024 20:27 |
Actualizado a 11 diciembre 2024 07:00
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