Brioche

04 noviembre 2024 20:52 | Actualizado a 05 noviembre 2024 07:00
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Viajo en tren porque soy algo excéntrica y me gusta la lentitud. Me gusta atravesar las geografías. Ver aparecer de repente las matas de garrigas y pegar un brinco porque sabes que estás cerca del sur. Voy cruzando Francia mientras escribo. Me he comprado un brioche de dimensiones cósmicas antes de salir. Le he pedido un té negro al barman (en los trenes franceses el té es bueno, el café no tanto), que ha resultado ser un italiano de Agrigento y nos hemos liado a hablar de las maravillas de Italia (yo) y de España (él), y dos desconocidos nos hemos regalado nuestros respectivos países «no, no, no hay nada como Italia» (yo), «por favor (gesto con las manos) mi país preferido es España», (él), hasta formar una cola que llegaba al siguiente vagón. Las miradas de mis co-viajeros eran asesinas. El libro que me acompaña son las Memorias de ultratumba de Chateaubriand que seguramente tiene uno de los finales más memorables de la literatura: «Al hombre, insecto microscópico inadvertido en un pliegue del tiempo, los astros no pueden esconderle ni uno sólo de sus movimientos en el espacio profundo (...) ¿Estará ligada la revelación de estos astros a alguna nueva fase de la Humanidad? Vosotros lo sabréis, generaciones venideras. Yo lo ignoro y desaparezco». Esta columna es hoy un canto a vivir los pequeños momentos. Esos que huyen irremediablemente.

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