Siempre he pensado que la función de un cargo público es hacer feliz a la mayor cantidad de personas posible, aunque la realidad se empeñe en demostrar que son muy pocos los políticos que comparten esta idea. Por eso me congratulo de manera especial cuando veo una iniciativa encaminada a mejorar la vida de la gente, incluso aunque parezcan pequeñas cosas –esas, al fin y al cabo, de las que está construida la felicidad–.
Un ejemplo es lo que ha sucedido este fin de semana en el municipio granadino de Vegas del Genil, cuyo ayuntamiento ha decidido ponérselo más fácil a los padres que quieran salir a cenar con motivo del Día de los Enamorados.
Sabedor de que los caprichos de Cupido se topan a veces con problemas logísticos, domésticos y mucho más terrenales a la hora de que algunas parejas con hijos pequeños puedan dar rienda suelta al amor, el alcalde, en el marco del programa de conciliación familiar que desde hace años está en marcha para ayudar a sus vecinos, organizó un campamento gratuito dirigido a niños y niñas de entre 3 y 15 años para que sus padres pudieran disfrutar de un rato de tranquilidad real en pareja.
La iniciativa fue un éxito: se llenaron todas las plazas, los niños lo pasaron fenomenal y parejas como la forma por Jennifer Ibáñez y su marido –con dos retoños de 3 y 10 años– pudieron «por primera vez en una década» salir por el pueblo a cenar algo y luego quedarse los dos en casa a ver tranquilamente una película. Genial.
