Soy consciente de que la inteligencia artificial (IA) es un gran avance, que ha venido para quedarse –al menos, hasta que salga otro ‘invento’–, que contribuirá –ya lo hace– a salvar muchas vidas, que hará nuestra existencia más cómoda y que nos hará más ricos –a unos mucho más que a otros, como siempre; de hecho, a algunos los hará más pobres, también a los de siempre, me temo–.
Pero les confieso que toda esta revolución me asusta un poco. Más, si cabe, cuando leo que el británico Geoffrey Hinton, uno de los grandes pioneros en el desarrollo de la inteligencia artificial, ha dejado su trabajo en Google para poder advertir con mayor libertad sobre los peligros que plantean estas nuevas tecnologías y ha lamentado haber dedicado su carrera a este ámbito.
A corto plazo, este experto teme sobre todo que internet se vea inundada de falsos textos, fotos y vídeos, y que los ciudadanos no puedan ser capaces de distinguir lo que es real. Pero también cree que estas tecnologías pueden reemplazar a muchos trabajadores y, más adelante, suponer incluso una amenaza para la humanidad.
En su opinión, se deberían frenar los trabajos en este ámbito hasta que se entienda bien si será posible controlar la IA, una idea en línea con otros llamamientos públicos de personalidades del sector tecnológico que han pedido suspender temporalmente los experimentos.
Pues quizá sí, quizá debamos parar un poco para evitar que un arma tan poderosa caiga en manos de personas que le pueden dar un uso muy peligroso.
Es tanto y tan importante lo que nos jugamos...