Las elecciones andaluzas afectan en no poco al gobierno de Pedro Sánchez formado por el PSOE y Podemos, en coalición (que ha recibido un fuerte correctivo en Andalucía), y con los apoyos de los independentistas vascos y catalanes. ¿Ha terminado al sanchismo en España?
Unas elecciones generales se ganan con los votos de Andalucía, Madrid, Catalunya y Valencia. Si el PSOE saca un mal resultado (no gana) en alguno de estos territorios, lo más probable es que pierda la mayoría para formar gobierno.
El PSOE, con un candidato del núcleo duro de Pedro Sánchez, no ha sido capaz ni de mejorar el resultado que sacó Susana Díaz en 2018, y es el peor de la historia del PSOE andaluz. Que no cuente en las generales con Andalucía. El Partido Popular de Moreno Bonilla ha sabido aglutinar en torno a sí un sentimiento muy andaluz, muy «de todos», y muy centrado, sin irritar a nadie (¡qué diferencia con el PP de Casado!).
Pero el PSOE lo tiene también muy mal en Madrid, donde el PP arrasó también, y se ha quedado descabezado. También perdió Murcia y Castilla y León.
En Catalunya siguen mandando, aunque hayan perdido fuelle, los independentistas, en Galicia Manda el PP construido por Alberto Núñez Feijoo, y en Valencia, el caso de Mónica Oltra es de llorar, y Ximo Puig pagará una factura cara si la mantiene más tiempo en la vicepresidencia.
Ya se sabe que en el País Vasco el PSOE es secundón, y en Navarra de alguna manera también. Se salvan Castilla la Mancha, Aragón, Baleares, Asturias y poco más, pero con eso no se obtiene el gobierno de España.
En cuanto a buscar un voto contra VOX, el PP finalmente ha entendido que, con un discurso centrado, sin aspavientos, y sin querer acercar su discurso al de VOX para ganarle votos, es capaz de frenar, si no deshinchar, el globo de la derecha extrema.
Podemos y sus distintas marcas han tocado techo y se desmoronan desde hace tiempo, y hay muchas dudas que la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, pueda levantar en el corto plazo algo parecido.
Ciudadanos ya ha desaparecido del mapa. El partido que inventó Albert Ribera, con mucha voluntad pero sin fondo, sin ideología, sin tradición alguna, ya no está. Su sucesora, Inés Arrimadas, no ha sabido cuajar su más que millonario número de votos en un proyecto político claro, bien diferenciado de los demás partidos, bisagra. No ha abierto brecha. Las lágrimas de Juan Marín la noche electoral lo decían todo.
Así que, se mire por donde se mire, con un Partido Popular en el centro, autonomista, sin bandazos a derecha e izquierda, con Núñez Feijoo y Juanma Moreno Bonilla al frente, dejando a la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso como un verso suelto (siempre hay versos sueltos en los partidos), ganar las elecciones generales no debería ser difícil.
¿Qué va a hacer Pedro Sánchez? Sin duda le ha visto las orejas al lobo, pero es posible que deje pasar la Cumbre de la OTAN y tal vez el verano, para tomar decisiones. Tiene Sánchez el fuerte peso del Sáhara Occidental, que nadie sabe porqué cambió la política exterior española, alejándose o enemistándose con Argelia, lo que tiene su peso en la economía española.
¿Soltará lastre y dejará caer al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, que al parecer tuvo muy poco que ver en el tema? Sería el tercer ministro de Exteriores de su gobierno. Pero ¿no es Pedro Sánchez, de facto, el ministro de Asuntos Exteriores?