Seguro que desde hace algún tiempo has escuchado el verbo empoderar, en diferentes situaciones. No sé si te pasa como a mí con las palabras, pero hay algunas que me suenan tan bonitas, y otras en cambio me chirrían. Con empoderar me pasó que como palabra me sonaba preciosa pero cuando busqué su significado se me descolgó. Porque según la RAE empoderar «es un calco del verbo inglés empower, que se emplea en textos de sociología política con el sentido de ‘conceder poder (a un colectivo desfavorecido socioeconómicamente) para que, mediante su autogestión, mejore sus condiciones de vida’».
Y de repente la utilizamos alegremente en muchas ocasiones y contextos. Vamos a suponer que solemos utilizar empoderar como para dar poder a alguien. Mi pregunta es ¿por qué hay que dar poder si el poder ya lo deberíamos tener cada uno de serie dentro de nosotros? Cada uno el poder que sea que tenga. Porque todos lo tenemos, de eso estoy más que segura. Para mí la reflexión cuestiona y buscaría dar respuestas a... ¿por qué hace falta empoderar? ¿Por qué se ha perdido ese poder?
Muchas veces utilizamos el verbo empoderar como objetivo a conseguir con los niños. Personalmente me parece que no está correctamente empleado. En vez de trabajar para dar poder, creo que deberíamos trabajar para acompañar y ayudar a encontrar ese poder que tiene cada uno. A saber y no negociar que el respeto lo merecemos todos desde que existimos, sea cual sea, nuestro sexo, procedencia, nivel económico o social... Tanto respecto a nosotros mismos como hacia los demás. Porque cuando dejas de ver personas para ver dinero, color de piel, sexo o la posición que tiene en la vida, para mí ya nada sirve.
Creo que esas actitudes son justo las que hacen que el poder se tambalee, y personas que hablan de empoderar a veces también ellas quitan el poder a los demás, cuando les dejan de ver tal cual son, y las ven desde sus prejuicios, y desde una postura superior.
Estos días darán inicio los centros educativos, y tendremos una maravillosa oportunidad de acompañar en un momento de su vida a los alumnos que tengamos en las aulas, en los ratos de acogida, en el comedor, o en las mil extraescolares que se propongan este curso. Si les miras y les ves... sabrás reconocer el poder que tienen. Es muy triste ver niños pequeños los cuales ya no se sienten poderosos. Y cuando lo viven así, suele haber adultos cerca, no necesariamente en el núcleo familiar, que a veces sin darse cuenta les impiden brillar con su propia luz y no reconocen lo que de verdad tienen. Tal vez esas personas encargadas de ayudar a descubrir el poder y acompañar en ese descubrimiento es posible que no sepan ni cuál es el suyo.
Si este curso de alguna manera estás involucrado con niños o adolescentes, sea en la manera que sea, ayúdales a descubrir su poder si aún no lo han hecho. Aunque primero te pregunto a ti, ¿reconoces el tuyo? Toda persona merece ser respetada y sentirse poderosa. Ojalá que no necesitáramos que alguien en un momento de nuestra vida luche por darnos poder.
Por supuesto en esta reflexión no hablo de colectivos maltratados o menospreciados, de la forma que sea, que evidentemente sí que necesitan empoderamiento. Pienso en la magnífica responsabilidad que tienes si durante este curso vas a estar vinculado a la educación, de ayudar a los niños y a los adolecentes, a que igual que en un boleto de esos que hay que rascar para encontrar el premio, sepan dónde rascar para reconocer su poder. A educar integralmente con todo lo que eso significa, y no como un objetivo que queda bonito en el currículum y ya está. Y como siempre que me refiero a la educación, sé que nada es a corto plazo, pero también sé que algún gesto que para ti puede parecer pequeño, para ese niño o adolescente puede tener una trascendencia enorme.