¡Es la economía, estúpido!

18 septiembre 2022 20:51 | Actualizado a 19 septiembre 2022 07:00
Rubén Viñuales diputat
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El presidente Bush creía que iba a arrasar en las elecciones. Con un nivel de popularidad cercano al 90%, después de ganar la guerra del Golfo y conseguir la victoria en la guerra fría con la autodestrucción de la Unión Soviética, todos los analistas coincidían en su victoria en las urnas. Sin embargo, Bill Clinton estaba convencido de que tenía sus opciones. Percibía que la mayoría de la ciudadanía tenía preocupaciones más mundanas. La frase que resumía su filosofía política hizo fortuna: «¡Es la economía, estúpido!». Una forma de decir que el ciudadano medio vota en función de sus necesidades más inmediatas, relacionadas con su vida cotidiana. Y, ¡oh sorpresa! (o no), Clinton ganó las elecciones, y cuatro años después, su reelección. Y ganó con holgura...

Quiero deciros a cada uno de vosotros y vosotras que he entendido el mensaje. Hablando a pie de calle he sido plenamente consciente de cuáles son vuestras preocupaciones y lo que pedís al ayuntamiento. Unos servicios municipales eficaces y rápidos, seguridad ciudadana, unas calles limpias, diligencia en la administración, etc. Nadie me ha hablado de las vicisitudes o las discrepancias internas de la actual suma de gobierno (más bien mucha gente ni tan siquiera sabe quién forma esta suma de gobierno).

¿Se puede conseguir este ayuntamiento al servicio de las necesidades ciudadanas? ¿Es posible? Sí, sí, perfectísimamente. Pero son necesarias varias cosas: primera, un alcalde que no sea la antítesis del liderazgo político; segunda, tener un proyecto de ciudad claro y la determinación de luchar por aquello que sabemos que es justo; tercera, no perder nunca la humildad y recordar que los que estamos en el ayuntamiento somos instrumentos políticos para hacer que el pueblo de Tarragona avance en progreso y bienestar (y no al revés).

Es exasperante que los emprendedores de nuestra sociedad tarden años para obtener una licencia de obras

Y aprovechar las oportunidades, que existen. Por ejemplo, es exasperante que los emprendedores de nuestra sociedad tarden años para obtener una licencia de obras. ¡Exasperante! Cuando yo sea alcalde impulsaré un acuerdo con la escuela de arquitectos técnicos para acelerar todo el proceso. Necesitamos que los proyectos se ejecuten de inmediato y no que duerman el sueño de los justos en algún cajón de la Plaça de la Font. Por otro lado ya he anunciado, y lo reitero, que llevaré personalmente todo aquello relacionado con la seguridad en nuestras calles. Tarragona será una ciudad segura o yo no seré alcalde.

Con las prioridades claras. Tenemos que apostar de manera más decidida y desacomplejada por el turismo y por los cruceros. Debemos lograr que los turistas se queden en la ciudad, que compren en nuestros comercios, que visiten nuestro patrimonio, que los vecinos y las terrazas cierren un acuerdo –que no es imposible, ni mucho menos–.

Fijaos en un ejemplo cercano. El alcalde de Mont-roig del Camp, Fran Morancho, ha logrado este mandato un acuerdo por el cual una empresa de componentes de baterías de Corea del Sur se instalará en este municipio de Tarragona, con una inversión superior a los 600 millones de euros. Esto es liderazgo de un alcalde al servicio del pueblo. ¡Bravo por el alcalde de Mont-roig! «Que n’aprenguin!», que diría más de uno...

Claro, en Tarragona, en estos momentos, lo que tenemos es a un grupo que se autodenomina como anti-sistema gestionando –precisamente– el sistema. La única capital de provincia, lamentablemente, donde se produce esta situación. Así no se puede ir ni a la vuelta de la esquina. No considero precisamente que esto ayude a la creación de nuevos puestos de trabajo o a la llegada de inversiones como a las que hacía referencia.

No, no es el tamaño de la fotografía del jefe del estado en el salón de plenos, no son las banderas, ni las pancartas, ni los planes secretos, ni el ‘poti-poti’... ¡Es la economía! Y me permitirán que me ahorre el adjetivo calificativo porque también defiendo que el ayuntamiento que salga de las elecciones de mayo próximo erradique definitivamente los insultos y las descalificaciones de nuestra vida municipal. Porque cuando yo hablo de Tarragona no veo enemigos, tan solo voluntades que sumen y nos ayuden a convertir a esta ciudad en lo que realmente es: un crisol de bienestar en el conjunto del Mediterráneo.

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