A estas alturas, después de cinco largos meses de pandemia y con unos malos resultados en la salud y en la economía, no debería quedar ninguna duda de que los gobiernos, de todos los ámbitos territoriales, deberían adoptar medidas necesarias para evitar la caída permanente de la sociedad, en sus niveles de salud y de bienestar económico.
Está claro que las prioridades de las medidas, en cualquiera de los aspectos sanitarios, harán un flaco favor al mantenimiento de las constantes vitales económicas de la sociedad. Y que priorizar la economía, irá en detrimento de las garantías sanitarias, necesarias para esperar que la investigación y la ciencia nos faciliten la esperada vacuna, para poder superar esta difícil etapa que nos ha tocado vivir, a nivel local y a nivel mundial.
Son de tan elevada dificultad las decisiones que deben ser adoptadas por los gobiernos, que los ciudadanos deberíamos observar y estar seguros de que todos los políticos de todos los partidos, no tienen otros objetivos prioritarios en su trabajo, que los de encontrar aquellas decisiones que permitan reducir, en lo posible, los efectos de la pandemia; y que sean las menos malas para la crisis sanitaria y económica en las que estamos inmersos.
Por desgracia, parece que no van por este camino nuestros representantes políticos. Por desgracia, ellos siguen con sus discusiones de partido; ya sea para poder consolidar su poder dentro de sus organizaciones; o para conservar el poder adquirido en sus respectivos gobiernos. Por desgracia, parece que se hayan adueñado del territorio y que los ciudadanos hayamos pasado a la condición de súbditos. Por desgracia, han aprovechado la pandemia, nuestros políticos de diversos colores y ámbitos de poder, para demostrarnos que son los jefes y nosotros los subordinados.
Ahora empezamos a ver algunos resultados concretos de tales peleas entre ellos. Tenemos un sector turístico de primer nivel mundial, que está cayendo a trozos. Nuestro país ya está en las listas de gobiernos amigos de Europa, como no recomendable para las vacaciones. Algunas ciudades, comarcas o autonomías ya figuran en los primeros lugares de prohibiciones, por temas estrictamente sanitarios y de mala gestión constatada.
Los ciudadanos no vemos ni podemos hacer otra cosa que sentir una impotencia personal, que no podrá mejorar la situación. O que, acaso, ayudara a llegar a una depresión personal o social, que empeorara el resultado. Y la pregunta que nos hacemos es el porqué de estas reflexiones, si no podemos encontrar alternativa. Creo que sólo nos queda una respuesta: en las próximas elecciones, actuemos y votemos como ciudadanos. Y demostremos a nuestros representantes políticos, que ellos sólo son unos asalariados. Pero no los dueños. Y que nuestro voto es libre y no lo tienen cautivo.