En caliente y sin tapujos

17 junio 2024 20:40 | Actualizado a 18 junio 2024 11:48
Carla Pomerol
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Mi hija no tiene plaza en ninguna llar d’infants municipal de Tarragona. Es la número 18 de la lista de espera. Debería ocurrir un milagro para que acabase entrando. Hago este escrito desde el enfado, desde la indignación y con un sentimiento de injusticia a flor de piel. En caliente y sin tapujos.

De las veinte familias que acudimos a la llar el día del sorteo, solo dos tuvieron la suerte de conseguir plaza. El resto emprendíamos en ese mismo instante la nueva aventura de encontrar una guardería –mal llamada, lo sé– privada. 450 euros al mes, por cierto.

Son más de 150 las familias tarraconenses que se han quedado fuera de una llar municipal. 150 familias que deben buscar alternativas para cuidar a sus hijos el año que viene. A poder ser, sin dejarse la mitad del sueldo ni esclavizar a los abuelos.

Hace poco un político me contaba que un estudio demostró que no era necesaria otra llar d’infants en la ciudad. Que alguien me lo explique mejor, por favor. ¿Que no es necesario? ¿Qué hacemos con nuestros bebés? ¿Dejamos de trabajar? ¿O mejor dejamos de tener hijos?

Hace años, eran una minoría los padres que llevaban a sus hijos a una guardería. O la madre no trabajaba o los abuelos se habían jubilado. Ahora casi todas las madres trabajan y los abuelos tienen su vida. Por eso, necesitamos espacios y recursos que nos ayuden a conseguir lo que tanto se nos pide como sociedad, que no es otra cosa que ser mujeres –o personas– productivas.

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