En el año 2016, el presidente ruso, Vladimir Putin, inauguró frente al Kremlin una monumental estatua del Príncipe Vladimir, que cristianizó hace más de mil años la Rusia de Kiev, el reino eslavo precursor del actual Estado ruso.
Putin, un creyente confeso, pese a su pasado en el KGB, aprovechó la ocasión, bajo una intensa nevada, para declarar «este monumento rinde memoria a nuestro destacado antepasado, considerado al mismo tiempo santo, dirigente político y guerrero, además de fundador espiritual del Estado ruso».
Con ocasión del Día de la Unidad del Pueblo, la fiesta nacional que sustituyó al 7 de noviembre, aniversario de la Revolución Bolchevique, Vladimir Putin no evitó las alusiones al deber de afrontar unidos las nuevas amenazas, sin citar a Occidente. Y añadió «Vladimir puso las bases de un Estado fuerte, unido y centralizado, que estaba integrado en un plano de igualdad por una gran familia de pueblos, idiomas y religiones».
En otro pasaje, con claros paralelismos con el siglo XXI, recordó que el Príncipe, que gobernó el reino con capital en Kiev, desde el año 978 hasta su muerte en 1015, pasó a la historia tanto como «un conquistador como defensor del territorio ruso», para lo que contó con la ayuda de mercenarios vikingos.
Putin destacó en particular el bautismo de Rusia, que tuvo lugar precisamente en Crimea, península anexionada por Moscú en marzo de 2014 y que el jefe del Kremlin ve como la «Jerusalén rusa».
Además, subrayó que su predecesor es una «fuente espiritual común para los habitantes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania», no en vano, recientemente, volvió a recordar que, digan lo que digan en Kiev, rusos y ucranianos son el mismo pueblo.
Esta es la primera estatua erigida en Rusia en honor a Vladimir, ya que hasta ahora el monumento más conocido de Vladimir se encuentra orillas del rio Dnieper en Kiev y es uno de los símbolos de la capital ucraniana.
La estatua moscovita, en la que Vladimir sostiene una gran cruz ortodoxa, ha sido erigida en la plaza Borovitskaya, mirando a la Catedral de Cristo Salvador, el templo ortodoxo más importante de Rusia.
Vladimir se convirtió y pasó de tener 800 concubinas a ser un hombre virtuoso que superaba en devoción y observancia a los obispos griegos, y el cristianismo se hizo religión oficial.
Lo que resulta fascinante es la combinación de cualidades guerreras con la sabiduría para elegir la religión, clave de lo político.
La figura de Vladimir dice mucho de Rusia. Pletórico de fuerza y recursos, le faltaba algo fundamental que obtuvo fuera. Ese papel introductor lo repetiría Pedro el Grande, siglos después, al occidentalizar Rusia. Europa forma parte de ella.
Por su faceta como conquistador y unificador, Vladimir ocupa un lugar de honor en la historia de Rusia, junto a otros mandatarios como el zar Iván el Terrible o el emperador Pedro el Grande.