Donald Trump dio la orden de que un dron disparara un misil sobre el coche del comandante iraní Soleimani en Bagdad. Su muerte fue contestada por un ataque iraní a dos bases americanas, al parecer sin víctimas, que sí hubo, en cambio, en el entierro del jefe militar, cuando una estampida provocó al menos 56 muertos.
A esto hay que añadir el abatimiento por error de un avión ucraniano, alcanzado por baterías de Irán, que causó la muerte de sus 176 pasajeros, de los cuales 57 canadienses.
En cuestión de horas se produjeron estos desastres globales. El error es la misma guerra. Aquí sería aplicable la famosa frase del deán de Saint Paul de Londres, John Donne: «Ningún hombre es una isla… No preguntes por quién doblan las campanas, están doblando por ti».