Navidad, el optimismo metodológico e Italia

22 diciembre 2024 20:33 | Actualizado a 23 diciembre 2024 07:00
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Recordemos las palabras de la historiadora y pensadora Hannah Arendt: «la historia no se repite de la misma manera, no se replica, no reincide, pero eso no quiere decir que no se puedan extraer enseñanzas del pasado». Aunque el mundo actual pueda parecer un lugar indescifrable y peligroso, y que las fuerzas maléficas hayan encontrado un medio para propagar sus ideas a través de la inteligencia artificial y las redes sociales debemos seguir buscando en el pasado maneras de entender, de infundirnos ánimo, porque al final ese era el proyecto de la Ilustración, la emancipación a través del saber. Uno de los propósitos a los que invita a la ciudadanía a tomarse muy en serio son los pensadores conservadores que apoyan a Donald Trump.

Que Italia no sea una nueva Hungría es la mejor noticia del año político europeo. Todo gracias al poder descentralizado

Se trata de unos intelectuales que sienten un odio por el proyecto de la Ilustración, precisamente por ese proyecto emancipatorio, y no es casual que, aparte de la brecha de género, el criterio principal en el voto a la extrema derecha sea el nivel de estudios. Eso no significa que se deba considerar a los votantes de los populismos como unos ignorantes, sino de la necesidad de reflexionar para comprender ese cambio político que se avecina y la catástrofe ecológica que ya está aquí, porque el cambio climático ya nos está afectando a nosotros ahora mismo. Estos días de Navidad, el Diari defiende un «optimismo metodológico», que invita a no desesperarse, porque la historia no está escrita, siempre hay múltiples posibilidades. Las cosas se han acentuado porque la elección de Trump nos recuerda que los enemigos de la democracia y de la transición ecológica son los mismos, se mueven por los mismos intereses. Pero abramos una ventana a la esperanza. Y la ventana se llama Italia. Es cierto, gobierna la extrema derecha, pero la fortaleza de las instituciones democráticas surgidas del pacto del Partido Comunista italiano y de la Democracia Cristiana han mostrado la fortaleza del sistema de valores. Italia no se ha transformado en Hungría o en la Polonia de hace unos años. ¿El secreto? La descentralización del poder, la repartición de la capacidad de decisión. Por eso desconfíen de quien les diga que la unidad es el remedio. No es cierto. Hay esperanza, porque nada se repite, y, algo, hemos aprendido del pasado. (No nos ha tocado el Gordo).

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