Los políticos vacíos

25 octubre 2024 21:14 | Actualizado a 26 octubre 2024 07:00
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La reciente dimisión y retirada de la política de Íñigo Errejón, en medio de acusaciones de acoso sexual, ha generado un debate que va más allá de su propio caso. Se ponen en tensión temas fundamentales: la responsabilidad política, la justicia, y la presunción de inocencia. Sin un proceso judicial concluido, es difícil saber si el adiós del fundador y líder de Más País es el resultado de una presión social exacerbada, un ejercicio de responsabilidad, una excusa no pedida, una huida hacia adelante o la táctica del calamar. Esa tensión se ve agravada por una opinión pública polarizada, en que los juicios mediáticos a menudo anteceden a los veredictos judiciales, influenciando la percepción y anticipando condenas sin pruebas concluyentes. Agrava la situación el hecho de que Errejón surgiera en su día como una figura clave del movimiento 15-M: su retirada representa un duro golpe a la política progresista, que en España no va sobrada de liderazgos. La carta en que el ya expolítico explica su retirada es espesa y confusa, en contraste con la honestidad y transparencia con que los políticos y sus partidos deberían enfrentar este tipo de turbulencias. Cada escándalo o dimisión sin respuestas claras agrava la crisis de representatividad de la democracia y abre espacios a la desconfianza y el escepticismo. Es imposible evitar el desencanto que ocasiona la hipocresía de algunos líderes que, mientras se declaran aliades del feminismo y defensores de los derechos de las mujeres, son acusados de o incurren en conductas abusivas y contradicen con sus actos sus discursos públicos. Esta contradicción ha salido a la luz en todo el mundo. Algunos cines aún pasan Soy Nevenka, que relata los abusos sufridos por una concejal de Ponferrada a manos del alcalde. Viene fácilmente a la cabeza el caso Lewinsky, que implicó al presidente de los EE.UU., Bill Clinton, o el del exdirector del FMI, Dominique Strauss-Kahn, que arruinó su candidatura a la presidencia de Francia. Salvando la presunción de inocencia, casos como el de Errejón (o el actual ‘caso Koldo’, por salir de los abusos sexuales), dan que pensar en la importancia de mantener la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Las acciones son manifestación auténtica de los valores de una persona. Si contradicen su discurso público, minan su credibilidad, siembran desconfianza y transforman al político sin integridad en un líder vacío.

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