El nuevo colegio de comisarios de la UE, Von der Leyen II, se parece en algunas cosas al anterior: ha establecido un modelo de vicepresidentes ejecutivos y ya desde el principio establece las áreas asignadas y las tareas de forma muy minuciosa. Ha realizado un reparto territorial e ideológico que le permite no tener demasiados problemas en la aprobación parlamentaria. Cuenta para ello con un liberal francés, Stéphane Séjourné, compensando así al presidente Macron por el enfado de Breton; un italiano representante del Gobierno de Meloni, Rafaelle Fito; una finlandesa del Partido Popular Europeo, Henna Virkkunen, y dos socialistas, una rumana Roxana Mînzatu, y otra española, Teresa Ribera.
Esta nueva comisión pretende responder a la evolución de la institución, que ha pasado de ser anodina a ser cada vez más política. Para ello está reforzando el discurso político y la presencia en momentos clave en lugares estratégicos. En primer lugar, estableciendo un programa aprobado por el Parlamento Europeo al apoyar su candidatura a la presidencia en el mes de julio con una estrategia para «profundizar y hacer más fácil el desarrollo de los negocios en el mercado interior», reducir el precio de la energía y poner la investigación y la innovación en el centro de la economía. En segundo lugar, le pide a los comisarios que tengan como hoja de ruta dos documentos, entre otros, encargados al alimón por el Consejo Europeo y la Comisión a Enrico Letta y a Mario Draghi, dos italianos con una visión de Europa determinada: más competitiva económicamente, con un apoyo a las empresas para que puedan crecer y convertirse en gigantes mundiales, una preocupación por las barreras regulatorias que impiden ese crecimiento y la voluntad de una profundización en la estrategia de independencia en seguridad y defensa y en economía. España vuelve a tener vicepresidente en la Comisión Europea. Siendo como es uno de los seis países más importantes de la economía europea y uno de los pocos gobernados por el Partido Socialista, le corresponde casi de manera natural. España tendrá que empezar a converger también en las políticas, cosa que hace tiempo que no consigue. Se ha contentado con asimilarse en el discurso político, pero no en las políticas. Comienza una Europa diferente.