Una década después de la impresionante Diada de 2012 en la que más de un millón de personas llenaron el paseo de Gràcia de Barcelona para reinvidicar la independencia y que marcó el inicio del Procés, los partidos políticos, hoy en el ojo del huracán de la convocatoria de la ANC, deben ser capaces de aprender de los errores para dibujar caminos realistas para la resolución de este conflicto político que no debería haber llegado a los tribunales.
Durante años, la ANC y Òmnium Cultural han exhibido una inapelable capacidad de movilizar a la sociedad civil con concentraciones multitudinarias y han sido noticia a escala internacional. Esta dinámica se mantuvo hasta 2018, año en que la movilización se vio también incentivada por la acción judicial contra los líderes independentistas.
Pero en 2019 ya se evidenció que el independentismo había perdido capacidad de movilización en la calle, y un año después, en 2020, la pandemia acabó de desinflar un globo que ya llegaba muy justo de oxígeno por la desunión y constantes enfrentamientos entre los partidos independentistas.
Los partidos deben dibujar escenarios pragmáticos especialmente ante el otoño que se albira
Probablemente el punto de inflexión se produjo, antes, a partir de la investidura de Carles Puigdemont y su apuesta por un referéndum unilateral y la ruptura del consenso. Se expulsaba así a una parte de los que habían acompañado al independentismo. La desmovilización ha ido creciendo hasta la Diada de hoy, con los partidos independentistas divididos e incluso con Òmnium Cultural desmarcándose públicamente del manifiesto de la ANC.
Durante este tiempo Catalunya se ha empequeñecido justo cuando más necesitada estaba de cohesión social. Todos los actores implicados deben iniciar un proceso de reflexión colectiva y aparcar la retórica para dibujar escenarios pragmáticos especialmente ante un otoño que se augura complicado a nivel económico por la escalada de la inflación y las nuevas consecuencias de la guerra de Ucrania.
