No es rentable. Pero la rentabilidad es el menor de los problemas. El corte ferroviario que se va a producir a partir del 30 de septiembre entre Tarragona y Barcelona no puede medirse ni solucionarse en términos de rentabilidad económica. En realidad los servicios públicos jamás deberían ser tenidos en cuenta por la rentabilidad económica que se pueda obtener de ellos. Ese es un mal endémico de nuestras democracias que deberemos afrontar más pronto que tarde. En el caso concreto de la conexión entre Tarragona y Barcelona la única prioridad es la de dar continuidad al derecho de todos los tarraconenses, catalanas, españoles a un servicio de transporte ferroviario eficaz, digno y constante. Punto. No hay más argumentos que valgan. Si partimos de esta base la propuesta que nos plantean las plataformas Promoción del Transporte Público y Dignitat a les Vies ha de ser tenida en cuenta de forma prioritaria.
Los servicios públicos no deberían ser tenidos en cuenta por la rentabilidad económica que puedan producir sino por su universalidad
El llamado «ramal de Vila-seca» mide unos escasos 500 metros (se trata de una habilitación adminsitrativa) y podría conectar Tarragona con la Velocidad Alta que proporcionan los trenes Avant modelo 121. Estos trenes tienen ya a sus conductores preparados. Unos conductores que deberían reconocer ese trayecto de 500 metros por razones de seguridad obvia. El resto de la infraestructura sólo espera a ser usada: Tarragona, Vila-seca, Estació del Camp, Barcelona Sants. Tal y como estamos, suena a música celestial. Insistimos, sabemos que no es una operación que deba mantenerse en el tiempo porque la rentabilidad es escasa, pero antes de trastocar la vida de 15.000 personas durante meses, sabedores como somos que las obras no se acaban en el túnel de Roda, sino que antes de llegar a Barcelona nos esperan más túneles en el Garraf, que Tarragona tenga una opción diaria de conexión en Velocidad Alta con la capital de Catalunya nos parece irrenunciable. Cueste lo que cueste. Todo está en las manos de ADIF, que sigue sin decir esta boca es mía. Intolerable.