No ha sido una cabeza de caballo, sino de cerdo. Con menos drama y estridencia que en la célebre secuencia de El Padrino, el clásico de Francis Ford Coppola, pero, al fin y al cabo, con la misma intención: un aviso, con recado especial para los que no han mostrado respeto. La Unión Europea y China se acaban de enzarzar en una pelea de cerdos y kilovatios, y la industria porcina española (con un peso destacado de Catalunya) se puede llevar la peor parte.
Tras meses de especulaciones, la Comisión Europea anunció la semana pasada aranceles adicionales para los vehículos eléctricos importados desde China, que ascienden hasta una media del 21%, aunque en casos como el de SAIC alcanzan un máximo del 38,1%.
Estas tasas, que deberían entrar en vigor de forma provisional antes del 4 de julio, con su aprobación definitiva prevista para noviembre, se sumarían a los aranceles del 10% que ya aplica hoy la UE a la importación de vehículos eléctricos chinos, aunque no así a los vehículos de marcas chinas fabricados en la UE, como sería el caso del proyecto de Chery con Ebro en las antiguas instalaciones de Nissan en la Zona Franca de Barcelona.
La reacción de las autoridades chinas no se ha hecho esperar. Esta semana, el Ministerio de Comercio de China anunciaba una investigación ‘antidumping’ contra ciertas importaciones de carne de cerdo y derivados procedentes de la Unión Europea.
Una cabeza de cerdo selectiva, con recado especial para el Reino de España, principal exportador de cerdo a China entre los veintisiete estados miembros de la UE pero, también, destacado instigador de la subida de aranceles que la UE quiere aplicar. En esta trifulca le acompaña Francia, a quien China ya le dejó en enero otro mensaje en forma de coñac derramado, con una investigación ‘antidumping’ a la importación de «bebidas alcohólicas elaboradas a partir de vino destilado originario de la UE». Un primer aviso ante la tentación de hacer lo que parece que ahora hará la UE con esta subida de aranceles.
La medida, defendida por Francia y España, no ha sido, sin embargo, unánime. Ha contado con la oposición frontal de Alemania, Suecia o Hungría, que temen que esta refriega de cerdos y kilovatios (regada con coñac) acabe escalando en una guerra comercial abierta entre China y la UE. ¿Hasta qué punto es eso posible? Y, de no llegar la sangre al río, si la pelea queda limitada a estos pocos sectores implicados, ¿cómo puede quedar la industria porcina española tras las bofetadas que se puedan escapar?
«En Catalunya, la industria del cerdo son tres SEAT», destaca Jordi Ciuraneta, presidente de la patronal Pimec en Tarragona y propietario de Ciuporc, una explotación porcina situada en La Palma d’Ebre (Ribera d’Ebre) que produce 35.000 cerdos al año.
«En Catalunya -prosigue Jordi Ciuraneta, que fue conseller de Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació entre junio de 2015 y enero de 2016- hemos conseguido ser líderes de Europa en industria del cerdo, con grandes empresas como el Grup Vall Companys o la Corporació Alimentària Guissona, que gracias a su integración tienen un modelo muy competitivo, pero que con este mercado chino en vilo puede ser que se desmonte todo».
En 2023, España se mantuvo como primer proveedor de productos porcinos en China, con un 20,33% de las importaciones de ese país, muy por delante de EEUU (15,9%), Brasil (15,8%), Países Bajos (9%), Canadá (9%) y Dinamarca (8,8%), según datos de la patronal Interporc.
En total, España exportó a China 560.488 toneladas de porcino por un valor de 1.223 millones. La carne fresca (294.885 toneladas y 682,1 millones de euros) conforma la partida más importante, seguida por los despojos (260.608 toneladas y 501,1 millones de euros) y el jamón (2.404 toneladas por valor de 35,6 millones de euros).
Pese a este liderazgo, las previsiones que maneja Jordi Ciuraneta son que «el año que viene nos pasen por delante los brasileños, por un tema de precio: si China tiene suficiente con ellos, cerrarán las importaciones de la Unión Europea y será una manera de presionar».
Pero la importancia del mercado chino no se mide solo en las toneladas de proteína de porcino que importa, sino también en el tipo de producto. En este caso, de subproducto: el de los despojos, sobre los cuales estos productores catalanes pueden cargar unos márgenes que no podrían soñar en ningún otro mercado.
«El de China -explica Jordi Ciuraneta- es un mercado de casquería, de subproducto. Todo lo que aquí no se consume, allí lo compran. Y aquí, quedan las partes nobles. Si ahora la exportación se detiene, tendremos una sobreproducción, y por lo tanto una caída de precios de forma considerable». Acompañada, además, de la imposibilidad de rebajar los costes de producción con los márgenes que dejan hoy esos despojos.
Los damnificados de todo esto, vaticina Jordi Ciuraneta, serán los pequeños productores: «Al final, los que tendrán que cerrar serán los pequeños; son armas que utilizan los gobiernos y que siempre acaban afectando a los pequeños, en un ámbito tan desfavorecido como el entorno rural».
Acción, reacción
David Ortega, profesor de marketing en EADA Business School y experto en el sector de automoción, tiene claro que la reacción de China al anuncio de subidas de aranceles a la importación de vehículos eléctricos en la Unión Europea ha sido «atacar donde puede hacer más daño, que es en las partidas alimentarias». Dicho lo cual, una escalada que derive en una guerra comercial abierta entre China y la UE «no le interesa a ninguna de las dos partes, porque hay impactos de todo tipo».
«Se trata -razona David Ortega- de un mensaje de advertencia de China, pero no frontal. Una medida que podía haber hecho para escalar hubiese sido subir los aranceles a la importación de vehículos europeos, lo cual afectaría a los fabricantes alemanes de vehículos de mayor cilindrada, pero no lo ha hecho, porque los alemanes se han opuesto a los aranceles».
China, abriendo investigaciones en unos casos y dejando hacer en otros, manda una respuesta matizada y muy calculada, con la que quiere condicionar los próximos movimientos de la Comisión Europea.
«Ahora están en negociación -prosigue David Ortega-, pero creo que la aplicación de esos aranceles se suavizará». Aunque no hasta el punto de dejar de tener el efecto de fondo que persigue esta medida, que no es otro que azuzar a China para que invierta en nuevas plantas de producción de vehículos en la Unión Europea.
La lógica detrás de esta estrategia es que, «hoy por hoy -relata este profesor de EADA-, a los chinos no les interesa fabricar en Europa. Pero cuando los números cambian, y con los costes de los aranceles ya sale lo mismo fabricar en China que en Europa, compensa ser Made in Europe».
El mensaje desde Europa sería que «todo el mundo está subiendo aranceles -señala David Ortega-, y en la Unión Europea no podemos ser menos, pero te doy las herramientas para que seas un fabricante europeo más; así que hagamos un poco de teatro, pero lleguemos a acuerdos».
«Con los aranceles a la importación de vehículos eléctricos en EEUU en el 100%, los chinos -concluye David Ortega- han visto que en Europa tienen una oportunidad, a la vez que están salvando su industria, porque tienen sobrecapacidad. ¿Dónde están los grandes mercados? En Europa y EEUU. Si lo hacen bien en Europa, tarde o temprano caerá EEUU».