Es una frase que no soporto, lo reconozco. Me saca de mis casillas. Es una sentencia que acostumbran a pronunciar las personas que, de alguna manera, tienen poca esperanza. Individuos que utilizan esa frase como mecanismo de defensa, logrando así no tener que asumir la responsabilidad de intentar cambiar las cosas.
Me explico. Estaba conversando con una directiva que me estaba contando anécdotas sobre cómo las gastan los que ostentan el poder en su sector: arrogancia, prepotencia, unilateralidad, etc. Comenté que quizá todo el mundo no es así, que hay directivos y empresas que intentan cambiar las cosas. Rápidamente, la reacción: «no te engañes, el mundo funciona así...»
Intento no ser ingenuo. Soy consciente de que las antiguas estructuras mentales (heredadas de una no muy lejana revolución industrial) son difíciles de cambiar. Todavía hay gente que cree que el poder debe ejercerse de una forma vertical, directa y contundente: «a ver si nos enteramos de quién manda aquí».
Pero, como profesor de innovación, procuro estar muy conectado con todo tipo de empresas que, honestamente, procuran hacer las cosas de otra manera. Las hay, y muchas más de lo que alguna gente cree. Cierto, en algunos casos se trata solamente de pequeñas variaciones casi cosméticas. Pero en otros los cambios son francamente profundos.
Llevo décadas siguiendo a algunos colegas que han dedicado su vida académica a estudiar cómo diversas organizaciones han conseguido pasar de simples jerarquías a entidades con poder distribuído. Gary Hamel, Frederic Laloux o la gente de Corporate Rebels han mostrado a la comunidad empresarial cómo es posible desafiar las bases del management clásico y seguir teniendo éxito.
No hay más ciego que el que no quiere ver. Negar la realidad no acostumbra a presagiar nada bueno. Si queremos construir un mundo más justo hay que abrazar el pensamiento utópico y no dejarnos llevar por el conformismo y las ideas derrotistas.
Invito a los descreídos a averiguar cómo funcionan empresas como NUCOR, MICHELIN, FAVI, PATAGONIA, CYBERCLICK, BUURTZORG, HAIER, IVY GLOBAL y muchísimas más. No son entidades perfectas, ni lo pretenden. Pero han demostrado con creces que podemos abandonar la manera clásica de ejercer el poder y sustituirla por mecanismos mucho más respetuosos, humanos y, sobre todo, eficaces. La HUMANOCRACIA de mi colega Gary Hamel.
Profundizar en los valores democráticos implica dejar de pensar como siempre y atrevernos a cruzar límites y ser un poquito más transgresores. Si no, la verdad, todo es demasiado aburrido, previsible e injusto.
Franc Ponti es profesor de innovación en EADA Business School