Sin duda la Sanidad Pública es uno de los pilares del Estado del Bienestar, como la Educación, las Pensiones, la Vivienda, la Protección Social etc. En nuestro caso se trata de una responsabilidad transferida, por lo que es la Generalitat de Catalunya la que debe asignarle los recursos necesarios (y muchos de ellos ‘se comprometen’ en campaña electoral).
Hace poco tuve mi primera experiencia directa como usuario del sistema sanitario. Después de tres décadas y media sin faltar ni un solo día a trabajar, la realidad me lanzó de golpe al mundo de lo frágil y lo vulnerable. Entre mi entrada por el servicio de Urgencias de Joan XXIII el miércoles, la intervención quirúrgica el viernes y el alta del hospital el domingo tuve oportunidad de pasar por los diferentes estadios hospitalarios: salas de espera, pasillos, boxes, habitación de planta, quirófano etc.
Cinco días de ingreso dan para oír y ver mucho y hacerse una idea bastante clara de cómo funcionan las cosas. No tengo más que palabras de agradecimiento para el personal que me atendió durante ese tiempo: médicos, enfermeros, anestesistas, cirujanos, auxiliares... Todos trabajando con la máxima profesionalidad y empatía hacia los pacientes. Quedan ya lejos los días en los que a las ocho de la tarde la gente salíamos a los balcones para aplaudir su entrega en la peor fase de la pandemia de Covid-19.
La situación actual es de una clara tensión del sistema, que se traduce en saturaciones en los CAPs, Urgencias y ambulatorios, largas lista de espera etc. Se hace lo que se puede con unos recursos que son insuficientes. Parte de la ciudadanía es razonablemente comprensiva, pero los profesionales sanitarios también deben lidiar con insultos, amenazas e incluso agresiones.
Todo ello nos debe llevar a una profunda reflexión colectiva sobre los servicios públicos y el Estado del Bienestar, muy especialmente en lo referente a la Sanidad Pública.
Dejando de lado otros condicionantes, como el déficit de financiación que sufre la Generalitat (sale reflejado como un problema clave del país en la encuesta periódica del Col·legi d’Economistes de Catalunya), es indiscutible que el gasto público en Sanidad es la mayor de sus partidas.
Siempre debe buscarse la máxima eficiencia posible, a pesar de la infrafinanciación, optimizando la gestión de los recursos. Los últimos presupuestos aprobados del 2023 ascendieron a 41.025 millones de euros (fondos Next Generation incluidos), de los cuales el gasto en Salut fue de 11.423 millones (el siguiente capítulo fue Educació, con 6.825 millones).
A nivel de CCAA el gasto sanitario por habitante está encabezado por Asturias (2.300 euros) y Navarra (unos 2.000). Catalunya se sitúa en una posición intermedia, con aproximadamente 1.900. Madrid, Andalucía y Valencia se encuentran a la cola en términos per cápita, con valores alrededor de los 1.600 euros.
En términos porcentuales el gasto sanitario en España respecto al PIB supone un 7,8%, según el Ministerio de Sanidad. Este baremo está lejos de los países punteros de Europa en este capítulo, como Alemania (11,1%), Francia (10,4%), Reino Unido (10,3%) y otros como Suecia, Austria, Países Bajos o Dinamarca, que pasan del 9%.
Por tanto hay mucho margen de mejora. El próximo Govern deberá acometer mejoras en las condiciones laborales del sector sanitario e incrementar la inversión en sus infraestructuras. A modo de ejemplo los fallidos presupuestos del 2024 contemplaban una inversión sanitaria de 22,7 millones para la demarcación de Tarragona (destacando los 20,6 del Hospital de Joan XXIII).
La salud es el bien más preciado (por eso nos la deseamos al brindar). Debemos exigir a los nuevos parlamentarios que pongan la Sanidad Pública en el lugar que nos corresponde si queremos ser un referente de bienestar social. ¡Salud para todos!
Miquel Àngel Fúster es presidente territorial en Tarragona del Col·legi d’Economistes de Catalunya
