Este Nàstic sigue progresando. Cada jornada deja una versión más fiable. No pudo ganar en Lezama, pero sí que pudo conseguir un empate que mantiene la buena inercia de resultados. Más allá del punto se volvió a ver una versión mucho más exhuberante de un conjunto grana que tuvo momentos muy fluidos en ataque durante la primera mitad. Josema volvió a comandar al equipo y Escudero aprovechó su oportunidad en su regreso al once titular, siendo el jugar más creativo sobre el verde. Al final un punto para un zurrón que cada vez anda más lleno y eso para un club aspirante al ascenso es pura vida, que dirían.
A este Nàstic se le dibuja otro rostro. Es más maduro. La vida le ha enseñado a base de hostias y ahora comparece en el terreno de juego con un semblante serio, concienciado, sabiendo que tiene mucho por perder. Ya sabe que no puede regalar nada porque el mínimo detalle directamente te mata. Eso lo tiene interiorizado cada jugador que no admite en su partido mental el mínimo error individual. Han costado demasiado caros en el inicio de temporada y por ello ahora eso es tabú.
Que el Nàstic sea un equipo que no quiera errores tontos no significa que sea un conjunto racano. Ya no. Prioriza la competitividad, sí, pero en su plan de partido busca ser protagonista con la pelota.
Ahí cuenta con elementos diferenciales respecto al año pasado y uno de ellos es un Josema que encuentra vías de agua que no existen. Es un lujo contar con un central así en una categoría en la que los espacios a veces no aparecen. Jugar con un defensa con mente de centrocampista es trampa.
Por si quedaban dudas apareció la versión de Escudero que se fichó del Alcoyano en los primeros 20 minutos de partido. Un jugador que partiendo desde la derecha pedía la pelota, se asociaba con ella y amenazaba con esa zurda de seda que el año pasado dinamitó la categoría. Fue una puesta en escena esperanzadora de un futbolista que el Nàstic necesita para ser todavía más imprecidible.
En sus botas nacieron las dos primeras aproximaciones granas de peligro. La primera tras una jugada embarullada en la que recogió el cuero en la frontal y le pegó dándole excesivo vuelo. La segunda sería todavía más clara en una transición de manual del Nàstic que finalizó con un tenso centro de Joan Oriol que Escudero remataba de primeras, pero sin fuerzas y atrapa fácil el meta rival. El Bilbao Athletic resistía, pero ya estaba avisado. En estático y a la contra, el Nàstic estaba conectado.
El Bilbao Athletic apenas llegó al área grana ante esa versión tan sólida del Nàstic, pero estuvo a punto de facturar poco antes del descanso. Lo hizo de la mano de su gran activo en los primeros 45 minutos, Malcom. El extremo diestro fue una amenaza constante desde la izquierda. De esos futbolistas que cuando conducen generan vértigo en los rivales porque tienen la velocidad y el cambio de dirección aprendido por inercia. En el 40’ recogió un cuero en el interior del área y golpeó con muy mala baba al palo largo de Manu García. La pelota pasó rozando la escuadra. El Nàstic se salvaba. No hubiese sido justo, visto lo visto.
Agné quiso meter mano en el equipo pese a que los primeros 45 minutos habían sido buenos. Sacó del campo a un errático Marc Montalvo para meter a Eric Montes, mientras que en la izquierda sorprendió metiendo a Nil Jiménez en lugar del voluntarioso Marc Álvarez. Lo segundo sorprendía más que lo primero.
Quizás buscaba una mayor profundidad y lo cierto es que la encontró. De hecho, la primera ocasión clara de la primera mitad nació en una cabalgada de Nil Jiménez que terminaba con el cuero en las botas de Pol Domingo fuera del área. El lateral le pegaba duro y seco y su disparo pasaba muy cerca de la portería bilbaína. El primer aviso en la segunda mitad estabad dado.
También dio réplica el Bilbao Athletic a los pocos minutos. Otra vez Malcom. El martirio de la derecha. El futbolista fabricaba una acción individual en la que no lograba batir a Manu García. Mucho portero para tan poco disparo.
La segunda mitad adquirió un tono más espeso por parte de ambos equipos. Aquellas dos ocasiones que se dibujaron en el inicio no fueron indicativo de nada porque lo que se vio fue a dos equipos que conforme pasaban los minutos cada vez contemplaban con mayor felicidad el punto que tenían en sus bolsillos.
Poco paso en el tramo final de un encuentro marcado por el miedo. Ambos equipos confirmaron que el reparto de puntos era suficiente, aunque el Bilbao tuvo la última en un disparo de Guti en el interior del área que revivió viejos fantasmas, pero este Nàstic es otro al de Elda.