Suele pasar que cuando un entrenador aterriza en un club a mitad de temporada busca agitar al vestuario desde el once inicial. Introduce novedades a mansalva para cambiar la dinámica y dar protagonismo a futbolistas que a él le convencen, pero que al anterior técnico no lo hacían tanto.
Con Iñaki Alonso en su estreno como entrenador grana cabía la posibilidad de que fuera así, pero lo cierto es que sus once elegidos fueron una línea continuista a los de Raül Agné. El de Durango no removió demasiado la alineación y solo introdujo un par de novedades: Eric Montes y Guillermo Fernández.
Eso en lo nominal porque en lo táctico sí que buscó darle otro aire al equipo, liberando las bandas y acumulando a mucha gente por dentro con el 4-3-1-2 que dibujó. El sistema sorprendió a todos, pero no tuvo el impacto deseado. El resultado fue una versión grana que volvió a recordar mucho a la de la segunda parte en Cornellà. En tres días no se pueden hacer milagros y el Nou Estadi Costa Daurada fue testigo de ello.
Se volvió a ver a un equipo dubitativo, falto de ideas con balón y que no tuvo la mordiente necesaria. El técnico de Durango lo reconoció en la rueda de prensa posterior al encuentro: «Hemos estado más espesos en ataque, no hemos sido lo protagonistas que queríamos ser».
Se podría llegar a pensar que Alonso iba a apostar por Alex Tirlea en el lateral derecho. Lo tuvo en el Alavés B y en un partido en el que el Nàstic quería ser protagonista no hubiese sido sorprendente verle volar por el carril diestro.
Sin embargo, el técnico vasco tumbó esa posibilidad y no solo apostó por mantener a Pol Domingo, sino que no tocó ni una sola pieza de la defensa grana. Ni el regreso de Montes al once hizo dudar al de Durango que se tiró de cabeza a por la zaga que más minutos acumula junta como es la formada por Quintanilla y Trilles.
Sí que hubo una novedad en el centro del campo porque Eric Montes regresó tras su sanción y lo hizo ocupando el centro del campo. En sus últimos partidos con Agné había retrasado su posición al eje de la zaga, pero Alonso quiso meterle como hombre de contención. Ahí fue pieza clave en el Albacete que logró el ascenso y jugó sus primeros partidos de grana.
A su lado tuvo a un Gorostidi que sigue sumando minutos. Ha pasado del ostracismo a la titularidad y acumula méritos que explican ese cambio de rol. La pieza sacrificada fue Marc Montalvo que tuvo que comenzar desde el banquillo, pero fue el primer cambio. El mensaje era claro por parte de Alonso: no se olvida ni mucho menos de la perla grana.
Una medular de tres
Pedro del Campo fue la tercera elección para un centro del campo que sumó un hombre más al igual que sucedió en Cornellà. No era una tónica habitual esto a lo largo de la temporada, ya que Agné siempre solía apostar más por un doble pivote.
Alonso decidió desde un primer momento meter a tres futbolistas por el medio para tener más balón. De hecho, renunció a las bandas puras porque Aarón Rey actuó por detrás de dos puntas en el otro gran cambio táctico de la alineación.
Fue una sorpresa ese movimiento en el que intentó darle toda la libertad del mundo al gallego en una posición que no es desconocida para él, pero en la que no dio el rendimiento esperado.
En la punta de lanza contó con dos delanteros, siendo uno de ellos la otra novedad respecto al once de Cornellà. Guillermo Fernández fue titular aprovechando las molestias de Lupu que dejaron al rumano fuera de la convocatoria.
A su lado jugó Marc Fernández que en su llegada apuntaba a ocupar las dos bandas, pero que con el paso de los partidos sigue y sigue acumulando minutos por dentro.