Bailar es hablar con un lenguaje mudo tremendamente expresivo, que se convierte en diálogo cuando responde al estímulo de la música en directo.
Si nos dejamos llevar, ese diálogo sensorial consigue revelar nuestro yo más transparente. Más tímidos, más abiertos, desvelamos nuestra identidad con nuestro cuerpo.
Durante meses, la pandemia nos ha forzado a estar ‘callados’ en el espacio público, los bailes estaban reservados para el interior de nuestras casas, para nuestra burbuja de convivencia.
Poco a poco, la música en directo empezó a volver, pero solo podíamos disfrutarla sentados.
Entonces llegó el concierto de Love of Lesbian en el Palau Sant Jordi y abrió las compuertas.
Gracias a esa prueba piloto, en julio hemos regresado a la felicidad de los festivales, sin estar obligados a mantener las distancias de seguridad.
No ha sido como antes, en la era pre-covid, y ha habido miedo y respeto. Pero ese diálogo sensorial ha vuelto a emerger, aunque haya tenido que ser de una forma más contenida, aunque se haya tenido que encorsetar.