El Grup d’Investigació de Neurociència Clínica i Epidemiolóòica (NeuroEpia) del Institut d’Investigació Sanitària Pere Virgili (IISPV) liderará un proyecto internacional para estudiar la influencia de los frutos secos y en especial de las nueces en el desarrollo neuropsicológico de los ninos y niñas. Para este estudio se está realizando un seguimiento a 1.000 mujeres embarazadas que residen en el área de Barcelona (en el lenguaje científico, el grupo de personas analizadas en un proyecto observacional se llama cohorte, y, en este caso, esta se conoce con el nombre de BiSC!), y a sus hijos e hijas hasta que estos cumplan 18 años, aproximadamente.
Se trata de una investigación muy completa, que permitirá fundamentar científicamente la recomendación de estos alimentos (que son clave para el buen funcionamiento del cerebro y de las capacidades mentales) para favorecer la salud cognitiva desde los estadios iniciales de vida (el período fetal) y hasta la edad adolescente.
Omega-3
Las nueces son ricas en el ácido graso alfa-linolénico (ALA), un tipo de omega-3 que juega un papel fundamental en el desarrollo del cerebro, especialmente durante el período de gestación: «En esta etapa se producen grandes cambios biológicos, necesarios para la formación del cerebro y para así después poder funcionar correctamente durante la infancia y la adolescencia, períodos también importantes para el aprendizaje», explica Jordi Julvez, investigador principal del estudio y coordinador del Grup d’Investigació NeuroEpia del IISPV.
Y enfatiza: «Las neuronas bien alimentadas con este tipo de ácidos grasos podrán crecer y crear nuevas sinapsis en un futuro, que serán más fuertes». Este estudio (Walnut Intake in Pregnant Women and Infant Neurodevelopment) se está llevando a cabo con la colaboración del Barcelona Institute for Global Health (ISGlobal) y cuenta con financiación de la California Walnuts Commission (institución de referencia mundial en este campo).
Según Ariadna Pinar, investigadora predoctoral del proyecto, el neurodesarrollo «es el desarrollo de las capacidades cognitivas o mentales que vamos adquiriendo en las diferentes etapas de crecimiento y que dependen de la buena salud de nuestro cerebro. Uno de los indicadores que determinan su grado de maduración es el coeficiente de inteligencia. Ya podemos obtener datos con respecto al neurodesarrollo desde que el embrión empieza a formarse, y las primeras pruebas se le pueden hacer al bebé el primer mes de vida. Se refiere a las habilidades motoras del niño, a sus capacidades de atención y lingüísticas, etc. Es uno de los cimientos del ser humano, en definitiva, y es determinante para su autonomía y bienestar».