Hablar del Delta del Ebre es hablar de naturaleza, gastronomía y biodiversidad, como también lo es, para sorpresa de muchos, de la guarida de una criatura legendaria, la ubicación del que fuera el faro más bonito del mundo y de un refugio sin igual para los corsarios berberiscos, particulares apoyados por naciones enemigas que saqueaban navíos, atacaban poblaciones costeras y, en pocas palabras, desafiaban a todo aquel que tuviera intereses en el mar Mediterráneo. Corría el siglo XVI, un tiempo en el que el delta todavía no había adoptado su singular forma, cuando los mal llamados piratas vieron en él una posición estratégica que convertir en su guarida y así perpetrar sus fechorías tanto en tierras catalanas como valencianas. En la ruta de esta semana, exploramos la desembocadura del río, observaremos a los flamencos pasear entre los arrozales y descubriremos la Torre de Sant Joan, una atalaya hoy en ruinas desde la que se avistaba a los corsarios berberiscos y se daba la voz de alarma.
Dificultad de la ruta
Determinar la dificultad de una ruta ya es de por sí una dificultad. Por suerte, existen escalas de graduación que establecen la dureza a partir de factores observables. El Método SENDIF, creado por la Taula de Camins de l’Alt Pirineu i Aran, sostiene que la dificultad de un itinerario de senderismo depende, por una parte, del esfuerzo físico que este supone y, por otra parte, de los obstáculos del camino. Desde el punto de vista de la dificultad física este recorrido es muy fácil gracias a su nulo desnivel positivo o subida. En lo que respecta a la dureza técnica, carece de obstáculos. Entra en juego la tercera variable de la ecuación de la dificultad, las condiciones meteorológicas. Si se hace en verano conviene hacerla a primera o última hora del día, justo cuando el sol pinta de color dorado el agua de los arrozales. Así pues, solo debe preocuparnos llevar protección solar y que no nos piquen los mosquitos.
Instrucciones de la ruta
La ruta discurre por el Camino natural del Ebre o Gran Recorrido (GR) 99. Lo tomaremos en la localidad de Riumar, en el mirador de la playa del mismo nombre que reconoceremos por sus características pasarelas. Junto al mirador y paralelo al paseo marítimo está el camino que nos adentra en El Garxal. Disfrutaremos de diversos puestos de observación de aves hasta que lleguemos al mirador del Zigurat, desde el que divisaremos la desembocadura del río y las islas de Buda y San Antonio. El itinerario remonta las aguas del río hasta el Club Náutico Riumar, donde tomaremos la carretera de vuelta al municipio no sin antes descubrir en el Muntell de les Verges, uno de los puntos más altos del Delta. En él nace el Camí de Sant Jaume. Destaca por sus columnas de granito dedicadas a diferentes vírgenes.
¡Barco pirata a la vista!
Los piratas, los bandoleros y las brujas son los sospechosos habituales de la Costa Daurada. Los corsarios berberiscos fueron un problema de capital importancia no solo para el principado, sino también para todo el mediterráneo. La expansión del imperio otomano convirtió este mar, dominado hasta entonces por los cristianos, en un lugar inhóspito en el que acechaban unos peligros que, a menudo, tenían nombre propio, como el de los hermanos Barbarroja. Estos mal llamados piratas eran particulares a los que determinados estados concedían, mediante la expedición de la patente de corso, el permiso para saquear y secuestrar navíos y poblaciones de naciones enemigas. El problema era más grave si cabe debido a la división entre los cristianos, enfrentados por motivos políticos y religiosos que dificultaron organizar una respuesta común. De esta manera, ¿qué medidas se tomaron?
En este contexto, el principado puso en marcha la construcción de una red defensiva. Por una parte, construyó murallas en los pueblos costeros, por otra parte, levantó torres de vigilancia, muchas de las cuales se conservan en mejor o peor medida. Este es el caso de la Torre de Sant Joan o de Bolitx, cerca de La Tancada. Fue mandada a construir por una orden real de Felip II en 1576 con el objeto de vigilar y defender el Port dels Alfacs. Estuvo en funcionamiento durante 200 años, luego vivió la Guerra dels Segadors (1640-1652) y la Guerra del Francès (1808-1814), episodios bélicos que superó con graves desperfectos, y acogió a familias de La Ràpita durante la Guerra Civil. De algo debió servir la fortificación de la zona, pues los ataques berberiscos acabaron desplazándose al Cap Roig, siendo el último en El Perelló. Actualmente, la torre de Sant Joan se encuentra 50 metros mar adentro en uno de los puntos más singulares del Delta del Ebre: junto a arrozales, lagunas y, con un poco de suerte, de colonias de flamencos. Conviene tener en cuenta que no puede llegarse hasta ella sin ponernos en peligro. Poco importa eso si tenemos en cuenta que las vistas desde la costa, sobre todo al atardecer, evidencian por qué la Costa Daurada recibe esta y no otra denominación.
Distancia: 6,42 km
Desnivel positivo: 7 m
Duración: 2 horas
Dificultad física: muy fácil