En los confines del Parc Natural dels Ports, guardado por gigantes de piedra, sobrevive uno de los hayedos meridionales de Europa. La singular población del bosque convive en la umbría de un barranco que, con la llegada del otoño, se viste de ocre, teja y marfil. El fenómeno atrae a visitantes que acuden con la esperanza de disfrutar, por una parte, del paisaje otoñal por excelencia de la provincia de Tarragona y, por otra parte, de la visión del haya centenaria que habita en el corazón del bosque, rodeada de tejos, avellanos y acebo. En la ruta de esta semana, exploramos la Fageda del Retaule con permiso de las criaturas que lo pueblan. ¿Qué secretos esconde el hayedo? Los descubrimos en esta salida.
Determinar la dificultad de una ruta ya es de por sí una dificultad. Por suerte, existen escalas de graduación que establecen la dureza a partir de factores observables. El Método SENDIF, creado por la Taula de Camins de l’Alt Pirineu i Aran, sostiene que la dificultad de un itinerario de senderismo depende, por una parte, del esfuerzo físico que este supone y, por otra parte, de los obstáculos del camino. Desde el punto de vista de la dificultad física, el recorrido es de dureza muy exigente, pudiendo ser moderada si las características de nuestro vehículo son capaces de salvar las condiciones de la pista forestal. De no ser así, arrancaremos en el Àrea de lleure de La Fou, lo que supone sumar 300 metros de desnivel positivo o subida y 10 kilómetros de distancia adicionales. En lo que respecta a la complejidad técnica, son frecuentes las pendientes pronunciadas. El camino es bastante evidente, pero conviene cargar el mapa.
Instrucciones de la ruta
Si nuestro coche puede circular por badenes, pasos de agua o pendientes pronunciadas estacionaremos al final de la pista forestal, de lo contrario lo haremos en el área de La Fou e iremos o bien a pie o bien en bicicleta hasta el punto de inicio. Allá donde está cortada la circulación tomamos el sendero de la derecha hasta la Font del Retaule, lo que nos permitirá visitar el pino negro de mayor diámetro de la península ibérica, el llamado Pi Gros. El árbol no se encuentra en el camino, sino en un sendero que se aparta a la derecha. Retomamos el camino principal hasta dejar atrás la fuente y, a fin de descubrir el Faig Pare, seguimos las indicaciones de la pista forestal por la que ahora estamos caminando. La vuelta puede hacerse por esta misma, por ello consideramos que el trazado es circular.
Encuentro desconocido
Si los bandoleros aguardaban en el Coll de Balaguer, la Cucafera navegaba en las aguas del Fangar y los corsarios berberiscos asolaban las poblaciones costeras, ¿qué clase de peligros acechan en este idílico bosque? Los bestiarios catalanes del siglo XIV y el XV señalan la existencia de una criatura mitológica única en su especie que, en las noches de luna llena, atrae a hombres que caen en una somnolencia perpetua con la dulce melodía de su arpa. La Serena de Els Ports era una joven de gran belleza que se transformó en un ser híbrido, mitad pájaro y mitad mujer, a causa de un desengaño amoroso. Es descrita con una larga caballera rojiza, garras en lugar de manos y dos grandes alas marrones. El escritor Joan Perucho, quien catapultó a la fama los supuestos perros vampiro de Pratdip, indica que fue vista en la Sierra de Cardó por Miró de Cròcia, uno de los cinco campeones que figura en la segunda carta de población de Gandesa. Tal y como se desprende por su aspecto, la Serena es una suerte de sirena, ahora bien, no parece ser la única que habita las Terres de l’Ebre: hay otra en La Sénia.
La bella sirena de Sòl-de-Riu
La Sénia, el río que nace a los pies de la Fageda del Retaule, es el escenario de variopintas leyendas.
La tradición oral establece que el corsario americano James DeWolf (1764-1837) remontó sus aguas mientras era perseguido por la armada británica. La tripulación emprendió la huida después de que el barco quedara varado en Les Cases d’Alcanar. Como no podía ser de otra forma, DeWolf poseía un fabuloso tesoro que se encargó de enterrar a la altura del Molí de la Vella, en La Sénia.
El botín nunca fue encontrado, a diferencia de la sirena de Sòl-de-riu. Los mayores de Les Cases d’Alcanar recuerdan escuchar a sus abuelos hablar de una criatura fantástica que cantaba allá donde las mujeres iban a hacer la colada aprovechando la pureza de las aguas. Los marineros de finales del siglo XIX contaban episodios similares e, incluso, iban más allá: afirmaban haberla visto y ser testigos de su belleza.
Sea como sea, queda patente que la provincia de Tarragona es un lugar mágico. ¿Qué sorpresas nos prepara la Costa Daurada?