En el siglo VI antes de Cristo, un pueblo agrícola y sedentario se asentó sobre las colinas de Catalunya. Los íberos, nombre con el que hoy los conocemos, eran una civilización organizada en tribus cuyos poblados se asentaban en lugares altos de difícil acceso.
Esta estructura les permitía, por un lado, controlar las plagas que pudieran amenazar sus cultivos y, por otro lado, dominar las vías de paso, confiriéndoles una ventaja sobre el enemigo. Uno de los poblados íberos de Tarragona se encuentra en la cumbre de la Mola de Genessies, un colosal peñasco de piedra caliza y coloración grisácea cuya forma nos recuerda a la Mola de Colldejou. En la ruta de esta semana, nos adentramos en la Serra de Vandellòs en busca de los vestigios de uno de los poblados que acogió.
Dificultad física
Determinar la dificultad de una ruta ya es de por sí una dificultad. Por suerte, existen escalas de graduación que establecen la dureza a partir de factores observables. El Método SENDIF, creado por la Taula de Camins de l’Alt Pirineu i Aran, sostiene que la dificultad de un itinerario de senderismo depende, por una parte, del esfuerzo físico que este supone y, por otra parte, de los obstáculos del camino. Desde el punto de vista de la dificultad física, esta ruta es de dureza fácil a pesar de lo que pudiera parecer a la luz de las fotografías: la distancia es breve y el desnivel positivo es escaso, aun tratándose de coronar una cima. En lo que respecta a los obstáculos, el mayor inconveniente está en las características del camino que va al Coll del Rourar. Si bien es compacto, sus irregularidades y pendiente contribuyen a que sea incómodo caminar por él. Además, cuando abandonemos el Pequeño Recorrido (PR) 92 en el cuello, el porcentaje de inclinación aumentará, obligándonos a resolver una trepada menor.
Instrucciones de la ruta
Estacionamos en las inmediaciones del Mas de Genessies, procurando respetar tanto la propiedad como el acceso, y tomamos el PR 92 hasta el Coll del Rourar. La senda es evidente, únicamente encontraremos un cruce donde confluyen la ida y la vuelta. La pendiente aumenta en el cuello desde el que atacamos a la cumbre. No se trata de una subida excesivamente dura, entre otras cosas, por su brevedad. Una vez que la hayamos dejado atrás encontraremos el poblado ibérico y, a escasos minutos, el punto más alto de la Mola de Genessies, coronado por un clásico vértice geodésico. La vuelta podemos emprenderla o bien deshaciendo nuestros pasos o bien bordeando el peñasco por la Portella de Genessies para volver al cruce inicial del Barranc Fondo. Cabe señalar que los hitos junto a los restos del poblado ibérico señalan hasta tres senderos diferentes que mueren en unirse con el barranco de vuelta.
Así eran los pueblos íberos
A pesar de que utilicemos el término ‘íberos’ para referirnos a este conjunto de pobladores eminentemente mediterráneos, lo cierto es que se trata de una denominación acuñada por los investigadores. Con ella agrupan a estas gentes que compartían elementos materiales, como la cerámica pintada, la escultura en piedra o el uso de lenguas no indoeuropeas, conque no se les conocía así en la antigüedad. En cualquier caso, estos habitantes prerromanos del territorio, cuya civilización llegó a su fin con la romanización, vivían en poblados altos protegidos por grandes murallas desde las que dominaban una vasta extensión de terreno. Este elemento defensivo cumplía una función representativa, pues evidenciaba el poder que amasaba el pueblo que acogía los muros, como una defensiva, de capital importancia si consideramos que no existía maquinaria de guerra capaz destruirlas. Además, los núcleos de población estaban acompañados de aldeas distribuidas en los alrededores cuyo cometido era controlar las tierras aledañas, cultivarlas y apoyar a las ciudades.
Los poblados ibéricos de Tarragona
Son múltiples los poblados ibéricos descubiertos en Tarragona. Uno de los más conocidos es el Castellet de Banyoles, que a pesar del nombre que recibe se encuentra en la localidad de Tivissa, a un tiro de piedra de esta ruta. Esta comunidad de ilercavones, nombre con el que se aglutina a aquellos íberos que habitaron el valle del Ebre, se instaló sobre la colina de Banyoles, cuya situación les permitía dominar el propio río.
Aunque este sea uno de los de más renombre, son múltiples los asentamientos ibéricos ignorados. Las excavaciones de Jaume Massó y Ester Ramón revelaron un pequeño poblado en la ermita de Santa Anna de Castellvell del Camp. Estas casas, divididas en dos o tres fileras, se organizaban en habitaciones rectangulares adosadas las unas a las otras. Hoy en día pueden visitarse siempre y cuando se respete el horario de acceso a dicho templo.