Jesús Marchamalo: «Pepe Hierro es una figura llena de prodigios»

Hierro fumando es un nuevo volumen de la serie de biografías del escritor Jesús Marchamalo y el ilustrador Antonio Santos, con el que recuerdan al gran poeta en el año de su centenario.

14 febrero 2022 07:42 | Actualizado a 14 febrero 2022 16:06
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«Bajaba cada mañana a escribir a un bar, debajo de su casa, de azulejos marrones, La moderna. Se sentaba frente a la barra en una silla de escay rojo y patas niqueladas, al lado de una máquina tragaperras, modelo Santa Fe, que emitía una constelación de campanillas. Le traían, sin preguntar, un chinchón seco un poco aguado, en copa, y se encendía un pitillo: un Ducados que acababa convertido en humo espeso, acogedor como la niebla, opaco, y que le acabaría quemando los pulmones». De esta forma arranca Hierro fumando, de la serie de biografías del escritor Jesús Marchamalo y el ilustrador Antonio Santos. Publicado por Nórdica Libros, con este volumen ambos autores recuerdan al gran poeta José Hierro en el año de su centenario. Una biografía ilustrada que llega tras los ya conocidos Fernando Pessoa, Franz Kafka, Karen Blixen, Virginia Woolf o Stefen Zweig.

 

¿Qué es lo que más le ha sorprendido de Pepe Hierro?
La elección del personaje no es caprichosa. Procuramos elegir a escritores que por una razón u otra nos provocan curiosidad y siempre te sorprende encontrar cosas que muchas veces no sabes y que explican gran parte de su obra. Pero en el caso de Pepe Hierro ha sido algo especial porque yo lo conocí.

¿En qué época?
En la radio coincidimos a primeros de los años 80. Yo era demasiado joven como para darme cuenta de lo que significaba tener la fortuna de poder conocer a Pepe Hierro y lo traté poco, pero sí que me acuerdo perfectamente de él, de esa presencia física tan poderosa, tan intimidante que tenía muchas veces, de su voz atronadora. Era alguien muy impresionante en persona, que no te pasaba inadvertido. Hierro forma parte de esta constelación de grandes poetas y de grandes poéticas, sin duda alguna. Es uno de los más leídos de su generación y Cuaderno de Nueva York, por ejemplo, es uno de los libros de poesía más vendidos. 

 

 

¿La Guerra Civil le marcó?
Es algo de lo que nunca presumía. No lo ocultaba, pero nunca presumía. Efectivamente, su padre fue detenido cuando los Nacionales entraron en Santander, donde él vivía. Él mismo fue detenido. Pasó casi cinco años en prisión, muy joven, con 17 años y desde luego que debió marcarle. Pero más allá de la guerra, por ejemplo, durante toda su vida desarrolló trabajos absolutamente insólitos. Fue contador en una obra, repartía leña a domicilio, fue peón cilindrador en una fábrica de botas de goma, trabajó en una fundación... Y siendo ya un poeta muy reconocido dejó de publicar durante 21 años.

¿Cuál fue el motivo?
Nunca lo explicó. Sencillamente dejó de publicar y se dedicó a cultivar la tierra, le gustaba mucho plantar árboles, viñedos, hacía su propio vino. Este libro ha sido un hallazgo porque es una figura llena de prodigios. De repente, ha sido un descubrimiento este Hierro al que todos creíamos conocer y que, sin embargo está lleno de sorpresas.

 

 

He leído que tenía una poesía desarraigada, ¿qué significa?
La poesía es siempre de las cosas más difíciles de definir. No sé si la de Hierro es una poesía desarraigada, pero sí es una poesía muy vital, muy cuidada. Recuerdo haber estado en una ocasión con él y escucharle decir que tenía dos o tres poemas que terminar para cerrar un libro, pero que a cada uno de ellos le faltaban una o dos palabras. Me encantó esa obsesión de Hierro por la palabra precisa, por la palabra que de alguna manera invoca el contenido del poema.

¿Banalizamos la palabra en la actualidad?
No estoy seguro. Pero tener una especie de lenguaje banal para esas situaciones de la vida que no tienen ninguna importancia, también es necesario. Un amigo mío me dijo hace muchos años y me parece una buena metáfora, que el lenguaje es como un armario ropero. Tienes que tener un chándal, una americana, un pantalón de tergal, una corbata, pero también un bañador y un pantalón corto porque siempre hay que ir adecuadamente vestido a los sitios y me da la impresión de que con las palabras ocurre un poco lo mismo. Tengo la certeza de que el lenguaje poético es superior, descubrir el mundo que nos rodea a través de la poesía te permite verlo de una manera infinitamente más luminosa.

 

Me ha gustado mucho esto del ropero. Lo voy a adoptar.
Por favor… No se puede ser un pedante toda la vida. Hay que tener un fondo de armario amplio y no puedes estar todo el día leyendo a Proust. Hay lenguajes apropiados para determinadas cosas. 

¿En qué sentido le inspiraba el mar a Hierro?
Hierro nació en Madrid, en el barrio de Malasaña, pero ya siendo muy pequeño se fue a Santander, donde destinaron a su padre y donde vivió gran parte de su vida. Se convirtió en un santanderino. Le encantaba pasear por los muelles, le encantaban los acantilados, sin duda ninguna, el mar. Esos colores norteños, el mar Cantábrico, a veces suave, dulce, cariñoso, a veces enfurecido. Desde luego, el mar tiene una importancia y una relevancia en su obra y en su vida. Contaban que de la primera casita que tuvo en Liencres salía directamente en bañador, corriendo para tirarse al agua. Siempre tuvo una relación muy intensa y muy afectuosa con ese norte y con ese mar de Santander, el mar Cantábrico.

 

Vida, el soneto que cierra Cuaderno de Nueva York.

 

Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito ¡Todo!, y el eco dice ¡Nada!
Grito ¡Nada!, y el eco dice ¡Todo!
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

Iba al bar, se ponía a escribir… Si levantara la vista ahora y viera que el Amazonas está mucho peor de lo que él creía que lo iba a dejar.
Todos tenemos la idea de que el escritor crea en un silencio sepulcral, en una especie de torre de marfil al margen del mundanal ruido y nunca mejor dicho porque Hierro era exactamente todo lo contrario. Le gustaba mucho escribir fuera de casa, escribía en bares, pero además buscaba bares que fueran especialmente ruidosos y dentro de esos bares ruidosos elegía el sitio más ruidoso, se sentaba al lado de la máquina tragaperras, enfrente de la máquina de café y me da la impresión de que defenderse de ese ruido era lo que a él le permitía evadirse a ese mundo suyo poético y escribir. 

 

 

Es curioso que para llegar a su silencio lo hiciera a través del ruido y encima fumando en lugares en los que ahora no se puede.
Hay escritores que tienen una relación singular con el tabaco. Pienso por ejemplo en Onetti o en Simenon, que fumaban todo el tiempo. O Vargas Llosa antes de dejarlo. Si hay un rasgo que define a Pepe Hierro es, sin duda, el tabaco por lo que Hierro fumando nos pareció a todos que era el título que mejor revelaba al poeta, que tuvo siempre una relación complicada con el tabaco porque tenía un enfisema pulmonar, tenía problemas graves respiratorios y, sin embargo, siempre continuó fumando. Quines le conocían cuentan que incluso con la bombona de oxígeno daba un par de caladas a un cigarrillo que pedía a alguien. La relación de Hierro con el tabaco fue muy intensa, con el tabaco y con el chinchón.

Y dibujaba...
Hay muchos poetas que dibujan. A él le gustó mucho siempre el arte. Fue crítico de arte en el diario Alerta, de Santander y escribió decenas de textos para catálogos y exposiciones. Tenía muchísimos amigos pintores y él mismo dibujaba bastante bien. Creo que si buscamos una imagen de Hierro, esa puede ser una de las que hemos visto decenas de veces en la feria del libro de Madrid, ante una fila de lectores que esperaban a que les dedicara el libro con su caja de rotuladores y una copa de orujo o un vaso de agua. Él dedicaba de forma habitual con dibujos. Hay muchísimos lectores que tenemos la fortuna de tener un dibujo de Pepe Hierro en alguna de sus dedicatorias. Dibujaba tan bien que diseñaba las cubiertas en la Editora Nacional. La cubierta del primer libro de Umbral, Tamouré, es suya. Y también la del Libro de las alucinaciones. Es decir, no solo dibujaba muy bien, sino que durante un tiempo fue un trabajo.

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