Un espectáculo fastuoso. ¿Qué menos se podía esperar de una inesperada secuela tras una original tan aclamada y premiada? Vaya por delante que el rigor histórico, los anacronismos y la fidelidad a lo que debió ser real son aparentemente escasos. Pero lo que busca el espectador de Gladiator II - como ya sucediera con la primera entrega- es espectáculo, puro espectáculo. ¿O no es lo que pretendía también la plebe y los patricios en el circo de la Antigua Roma?
Y, desde esa premisa, la película del venerado Ridley Scott funciona como un reloj. Dos horas y media de acción e intrigas palaciegas en una Roma decadente y en crisis, gobernada por dos hermanos emperadores que han perdido la cordura y que solo pueden ofrecer aquello de pan y circo. Repito, quien espere algo más, sin embargo, volverá a casa algo decepcionado. Aunque el espectador que ya sabe qué va a ver, saldrá de la sala embelesado. Ridley Scott es diferente, para lo bueno y para lo malo.
Si usted es de los que disfrutó con Those about to die (Los que van a morir), Gladiator II aún va a superar las expectativas de la reciente serie de Amazon. Ya no estará Máximo Décimo Meridio -ni Russell Crowe, evidentemente-, pero el guion tiene alicientes suficientes como deleitarnos con una continuación que parecía imposible. De hecho, era irrealizable hasta que David Scarpa se sacó de la manga esta entrega.
El filme es un espectáculo tan apabullante como delirante desde el punto de vista histórico. Desde las peleas de gladiadores, los excesos de los emperadores, los deslices históricos o la sangre, que brota a borbotones.
La historia se desarrolla 15 años después de la muerte de Máximo Décimo Meridio (Crowe) en la batalla con el emperador Commodo (Phoenix), cuya muerte garantiza la seguridad de Lucio, el hijo de Lucilla (Connie Nielsen) y nieto del emperador Marco Aurelio.
Pero Roma ha caído en estos tres lustros en una espiral de violencia y de caos que le sirven de perfecto escenario al realizador para situar su historia, estructurada de forma casi idéntica a la del primer Gladiator.
Comienza con una gran batalla (ahora naval), un héroe que cae derrotado y convertido en esclavo y gladiador, y continúa con un complot de los senadores, soldados valientes y fieles a la idea de una Roma Libre (encabezados por Marcos Acacius/Pedro Pascal) y muchas batallas (con rinocerontes, monos rabiosos e incluso navales en el Coliseo).
Todo ello sirve como escenario a un gran Paul Mescal cuya principal tarea es atraer a nuevas generaciones. El actor ha conseguido transformarse del sensible Connell de Normal People a este musculoso guerrero que se queda un poco lejos del carisma de Crowe/Máximo, a quien se recuerda continuamente en la narración.
Mescal se preparó mucho en el gimnasio para encarar este proyecto y asegura ser muy consciente de lo que suponía meterse en un proyecto como Gladiator.
Una de las películas del año
Gladiator II es tremenda desde el punto de vista visual. Sus dos mejores bazas son Paul Mescal y Denzel Washington, más allá de la brillante puesta en escena, algo habitual en las películas de Ridley Scott. Por cierto, Washington se ha situado inmediatamente como el gran favorito para hacerse con el Oscar a mejor actor secundario por su interpretación de Macrino, un empresario dedicado a la búsqueda y explotación de gladiadores, que se gana la confianza de los desquiciados emperadores Geta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger).
La película es ya una las posibles candidatas a mejor filme y dirección, y por supuesto a todas las categorías técnicas porque si algo caracteriza al nuevo Gladiator es su espectacular puesta en escena.
Para ello, a Scott no le ha importado interpretar la historia a su conveniencia. La mezcla de razas en la Numidia del filme da una apariencia mucho más cosmopolita al reino que ocupaba lo que hoy es Argelia y parte de Túnez.
Las batallas con monos rabiosos de una raza más propia de la ciencia ficción, ofrece algunas de las secuencias más brutales de la película, y las navales rodeadas de tiburones recuerdan a la película de Steven Spielberg.
Pero, eso sí, cada imagen está rodada con un impresionante despliegue técnico, especialmente las escenas del Coliseo, recreado -como en la original- en el Fuerte Ricasoli de Malta, un edificio del siglo XVII en el que se construyó, casi desde los cimientos, una réplica del famoso circo romano.
Se contrató a más de 500 extras para que interpretaran a los romanos que abarrotaban el Coliseo, que se completaron digitalmente con algunos miles más. Y Scott utilizó entre ocho y doce cámaras para las secuencias más complejas, además de drones.
Como señala Washington en las notas de producción, ha sido como una película «de Cecil B. DeMille con esteroides».
Y como Máximo Décimo Meridio alienta a sus tropas al inicio de la Gladiator primigenia: «Y si os veis cabalgando solos por verdes prados y el rostro bañado por el sol, que no os cause temor. Estaréis en El Elíseo. Fuerza y honor».
Otros estrenos
‘Nunca te sueltes’
El filme, que sirvió como clausura en el pasado Festival de Sitges, narra la historia de una angustiada madre y sus dos hijos gemelos, quienes viven en una cabaña en el bosque bajo el influjo de un espíritu maligno. Interesante película que aborda la salud mental.
‘Polvo serán’
Tras ser diagnosticada con una enfermedad terminal, Claudia decide emprender su último viaje a Suiza. Allí podrá decidir cómo y cuando terminar su vida gracias a la ayuda de una asociación de suicidio asistido. Flavio, que no se ha separado de ella en más de cuarenta años, decid