La tortuga boba (Caretta Caretta) que estos últimos días de junio ha tocado tierra en la playa de La Pineda, pero sin desovar, es una vieja conocida. Se llama Mascletà. No ha sido hasta la tercera incursión en la arena cuando los técnicos que vigilan este desove se han dado cuenta de que el ejemplar era un viejo conocido en estas latitudes de la costa catalana.
En el tercer intento fallido de desove, en la noche del lunes, los técnicos (del Centro Tecnológico en Biodiversidad, Ecología, Tecnología Ambiental y Alimentaria (BETA) de la Universitat de Vic) colocaron un radiotransmisor a la tortuga para hacer un seguimiento. Durante la instalación, los técnicos observaron que la tortuga ya había llevado una antena en el pasado y localizaron un chip que les dio pistas de que la hembra ya había sido identificada y estudiada. El (Centre de Recuperació d’Animals Marins, CRAM) también participa en este seguimiento de la tortuga marina.
Más tarde se confirmó que la tortuga ya conocía la playa de La Pineda. Concretamente vino hasta 14 veces durante un mes en 2020 y entre estas incursiones hubo dos desoves, uno de 144 huevos y otro de 77.
La tortuga marina llegó por primera vez en 2020 y entró en la arena hasta en 14 ocasiones
La llegada de Mascletà hace cuatro años protagonizó la información mediática en Vila-seca, donde se llegó a crear un cuerpo de guardia de voluntariado para proteger los dos nidos las 24 horas. Más tarde, se editó un libro fotográfico obra del fotógrafo tarraconense Ferran Aguilar que abarcaba las incursiones, el desove y la posterior liberación de las tortugas en el mar.
Mascletà fue estudiada durante meses por la Universitat Politècnica de València y junto a otra tortuga, llamada Victoria, se realizó un seguimiento con transmisores satelitales para conocer sus movimientos marinos. Las dos hembras estuvieron recorriendo el Mediterráneo, concretamente la zona sur: Alicante, Murcia, Almería y la zona norte de África.
Tras los dos desoves de 2020, Mascletà no ha vuelto a aparecer en La Pineda hasta este mes de junio, cuando ha vuelto a su playa favorita para desovar. De momento, en los tres primeros intentos solo ha comprobado el terreno.
Desde el Ayuntamiento se ha reducido la iluminación de la playa para poder facilitar el desove y el transmisor implantado de nuevo en su caparazón permite a los investigadores seguir sus movimientos en tiempo real.