Un equipo investigador del centro de investigación TECNATOX de la URV y del IISPV ha analizado diversas muestras de agua y fangos procedentes de las diferentes unidades de una planta de tratamiento de aguas residuales. Los resultados han puesto de manifiesto que, si bien el 96% de los microplásticos desaparecen del agua tratada, éstos son depositados en los fangos de la depuradora, que a menudo se utilizan como fertilizantes en la agricultura y pueden suponer importantes riesgos para a la salud y los ecosistemas.
En Catalunya, con una capacidad de tratamiento de aguas residuales de aproximadamente 2,9 millones de metros cúbicos diarios, se calcula que más de 6.000 millones de microplásticos se eliminan a diario del agua, pero, al mismo tiempo, estas partículas se acumulan en los fangos que devuelven a los campos agrícolas, ya que tradicionalmente se utilizan como fertilizantes.
Por cada kilo de barro, se calcula que existen 100.000 microplásticos. Según Joaquim Rovira, del Departamento de Ciencias Médicas Básicas de la URV y uno de los investigadores principales del estudio, “esto puede representar una amenaza ambiental potencial bastante preocupante”, ya que “estas partículas pueden ayudar a acumular y transportar metales pesados y otros contaminantes químicos, aumentando así los riesgos medioambientales y para la salud humana”. Además, «los microplásticos pueden ser ingeridos por los microorganismos terrestres y entrar en nuestra cadena alimentaria», añade.
La contaminación por microplásticos es un problema ambiental global, presente en todos los ecosistemas naturales (agua, suelo y aire) y que no sólo preocupa a la comunidad científica, sino también a la sociedad en general. Los microplásticos son partículas sintéticas no biodegradables con un diámetro inferior a 5 mm, que pueden entrar en los ecosistemas naturales de diversas formas, siendo una de las principales vías las depuradoras de agua.
En este estudio, el equipo investigador ha analizado la concentración, forma y composición de los microplásticos presentes en las diferentes unidades de tratamiento de una estación depuradora de aguas residuales mediante diversas técnicas y en distintos períodos del año. El estudio ha identificado que la mayoría de los microplásticos (66%) corresponde a fibras sintéticas, como celulosa sintética, poliéster y poliamida, probablemente derivadas de los lavados de ropa. También se han encontrado microplásticos, como polietileno, polipropileno y poliestireno, procedentes de los productos de cuidado personal y que llegan directamente a las aguas residuales a través de la actividad humana.
El equipo investigador ha observado que las concentraciones de microplásticos son mucho más elevadas en invierno en comparación con el verano, y que la planta de tratamiento de agua logra separar más del 95% de estas partículas sintéticas del agua que se devuelve al medio marino.
Por ello, el grupo investigador considera necesario seguir analizando el impacto de los microplásticos acumulados en los barros una vez que son devueltos a los ecosistemas terrestres y su potencial entrada en la cadena alimentaria. Además, proponen una mejora y actualización de las tecnologías utilizadas en las depuradoras para conseguir una eliminación más eficiente de los microplásticos de las aguas residuales y evitar la reintroducción de los microplásticos en los ecosistemas.
Según apunta Rovira, «esto podría pasar por optimizar su extracción antes del tratamiento biológico o bien evitar sus usos agrícolas». También sugiere la posibilidad de «reutilizar los barros con otros fines, tales como la producción de asfalto para la construcción de carreteras o incineración para generar energía, si bien otros estudios en curso podrían confirmarlo próximamente», concluye.