Casi medio siglo después de la inauguración de la refinería que hoy posee Repsol en La Pobla de Mafumet, esta petrolera ha decidido aplicar una rebaja de tres céntimos por litro de carburante en sus gasolineras –y de cinco céntimos para los carburantes premium– a aquellos residentes en los municipios donde tiene instalaciones industriales.
La Pobla de Mafumet, El Morell, Perafort, Constantí, Tarragona, Vila-seca, La Canonja y Els Garidells componen la lista de poblaciones con las que esta multinacional ha decidido tener ese gesto. Alrededor de este grupo de elegidos, más de una decena de municipios del Camp de Tarragona ubicados en la zona de influencia de este complejo industrial, aunque sin presencia física en sus términos municipales, han quedado como espectadores.
Las reacciones de algunos de los alcaldes ‘descartados’ van desde la clara indignación por el agravio comparativo hasta el sobrio respeto. Los más, sin embargo, reclaman una reflexión acerca de los límites en el impacto que tiene una actividad industrial de estas características sobre un territorio densamente poblado y con alta movilidad como es la parte central del Camp de Tarragona, la segunda conurbación de Catalunya después del área metropolitana de Barcelona.
Eudald Roca, alcalde de La Secuita, es el más directo: «Es un agravio comparativo muy grande, una burla hacia los municipios que han quedado excluidos. No entiendo este trato de preferencia. Desde La Secuita nos comemos los humos, oímos el ruido y vemos la llamarada igual que los otros. ¿Por qué lo hacen? ¿Es para que la gente esté contenta o para callar críticas? Preferiría que las industrias, en lugar de estos regalos, pusiesen un precio justo a su producto, en este caso los carburantes».
De forma similar se expresa Jaume Domínguez, alcalde de Els Pallaresos, que lamenta que «nos comemos todo lo que sale de las empresas petroquímicas y no nos beneficiamos de nada. Estaría bien que abriesen esta opción al resto de la provincia que de manera más directa o indirecta recibimos sus emisiones. Cuando la chimenea quema, llega a todo el mundo. Pero hay municipios que reciben ingresos extras por tener las químicas y otros que no pintamos nada, sólo porque no están en nuestro término municipal».
Una idea, esta última, que recoge Josep Lluís Cusidó, alcalde de Vallmoll, al lamentar que «no nos beneficiamos de sus impuestos, pero también estamos afectados. Esta empresa podría ser un poco más generosa y llegar a pueblos como el nuestro».
Josep Maria Puig, alcalde de La Selva del Camp, abunda en ello: «Para los municipios que les afecta, esta medida es positiva, aunque es una lástima que no se pueda ampliar a otros pueblos. También es normal, sin embargo, que haya un poco de compensación hacia los municipios que les afecta más esta actividad».
Al margen de cualquier polémica, el alcalde de Valls, Albert Batet, es el que se muestra más distante de entre todos los consultados: «Valoro la medida con respeto hacia Repsol, de quien se ha de valorar la sensibilidad que tiene. Sólo puedo mostrar respeto hacia las decisiones que toma una compañía privada».
En Reus, Carles Pellicer, alcalde de esta ciudad, sintetiza las posturas con una reflexión: «Me parece respetable que las empresas decidan retornar a la sociedad parte del beneficio que obtienen, pero la convivencia con una industria de estas magnitudes no tiene límites municipales. Es una reflexión que le hago a Repsol, pero que vale para toda la industria química y también para las nucleares. Es bueno que haya un retorno, pero ha de ser compartido».