Marmellar quedaba allí y sólo iba quien quería ir. No estaba junto a un camino o cruce. Aislado a 581 metros de altura. Nunca llegó el agua corriente ni la electricidad.
Unas masías en torno a la iglesia Sant Miquel del XVII, con su campanario de 22 metros en la parte más elevada del pueblo. En 1717 vivían 65 personas. Poco a poco fue creciendo con otras masías. El primer documento con el nombre es de 1023.
Cuentan que entre los los propietarios del castillo, del que quedan restos están los condes, reyes y Señores Ramon Berenguer, Pere el Cerimoniós o Guillem Amat de Castellvell. Y que en 1395 el Rey Joan I de la Corona de Aragón hizo estancia en un trayecto de Vilafranca a Tarragona para cazar jabalíes. Castillo singular ya que está por debajo del pueblo. En el interior, la iglesia de San Miquel, del siglo XI.
Hoy en el municipio del Montmell, pero que durante siglos fue pueblo independiente, Marmellar formará parte del proyecto Pobles Mudats.
La iniciativa es de la Diputació para reflexionar de la despoblación y pérdida núcleos que atesoraron vivencias e historias.
El próximo año se colocará un monumento en una acción con el nombre de Terraplena, del artista Manuel Moranta, en el que estarán esculpidas palabras vinculadas a Marmellar para lo que se ha contado con la colaboración de antiguos habitantes.
Marmellar se anexionó al Montmell en 1846. Tuvo su hostal, taberna,¡ sala de baile y la escuela que estuvo en una masía hasta la Guerra Civil. Después no volvió a abrir y los niños debían ir a Aiguaviva. Casi una hora de trayecto a pie y en invierno con frío y nieve.
La agricultura era la única actividad. Y a vender en mercados. Los viernes al de El Vendrell, donde para llegar a primera hora se salía de Marmellar a las doce de la noche. Se llevaban productos del campo, conejos, caracoles, huevos...
Tenía sus fiestas para Sant Miquel Arcàngel y Sant Isidre. Había baile en una masía y tocaba una orquesta. Los jóvenes arreglaban el camino para que pudiesen llegar las furgonetas.
En los años 50 comenzó a despoblarse. Ya sin escuela, el médico debía llegar desde Pla de Manlleu y sólo había misa cada 15 días. La agricultura tampoco daba. En los 60 estaba despoblado y algunas casas se destinaron a veraneantes.
En los 70 un incendio arrasó bosques y campos del entorno y pueblo sucumbió al vandalismo y a tiempo. Incluso muchas de sus tumbas fueron profanadas.
Quedaba una leyenda negra por escribir. En 1993 se encontró a una mujer muerta entre las ruinas de la iglesia con signos de un posible ritual satánico. Ese hallazgo adjudicó a Marmellar una pátina de misterio y de magia que durante años atrajo a muchos. También es un punto de llegada de muchas excursiones que acuden a visitar los restos de lo que fue.