Una de las noticias más comentadas en los mentideros de los festivales y de la crítica de cine de esta última temporada ha sido la designación de José Luis Cienfuegos como director artístico de la Seminci, la Semana de Cine de Valladolid.
El Festival, que en los últimos años había arrastrado con la vitola de un cine “viejo”, pasaba a contar con el que para muchos, y después de su paso por Gijón y Sevilla, es el mejor director del país. Se trata sin duda de una figura que a lo largo de su trayectoria había probado con creces la capacidad de transformar o incluso resucitar certámenes en la UCI. Designado hace menos de un año, Cienfuegos se enfrenta así a un reto muy bonito: el de situar la Seminci en el lugar que seguramente le corresponde, el del segundo festival más importante de España.
Cienfuegos, que en Valladolid ha contado con parte de su equipo habitual, ha presentado un festival en el que ya se sienten algunos cambios. La apuesta es, entre otras cosas, por el cine español, con películas como “Samsara” de Lois Patiño o con “Sobre todo de noche”, un fascinante film del director vasco Víctor Iriarte, que bucea por el tema del robo de bebés en España, desde la dictadura hasta los años noventa.
El resultado de esta propuesta se aleja de los mimbres propios del cine social, y se sitúa más cerca de una suerte de deconstrucción fílmica, en la que los géneros se convierten en signos decodificados, en la que la historia se entreteje a partir de la fragmentación, y en la que lo político no emerge tanto de la ficción como de una breve escapada al documental.
Si uno de los vectores fue el cine español, otro fue, sin duda, el cine estadounidense y también el anglosajón en general. En las primeras jornadas del festival, los títulos más destacados fueron películas norteamericanas. Una no puede evitar pensar que Cienfuegos, que en su época hizo de Gijón uno de los epicentros del cine independiente americano, había pasado los últimos años antes de llegar a Valladolid dirigiendo un festival de cine europeo: es decir, en la Seminci, el director se encuentra con la posibilidad de volver a programar cine americano.
Cienfuegos aterrizó en Gijón a mediados de los noventa, justo en el momento del auge de lo que se dio en llamar cine indie americano copaba una parte importante de los intereses de la cinefilia. Era la época de directores como Larry Clark o de Todd Solondz. Después de aquel período dorado, los cineastas fueron creciendo, la independencia quedó a un lado y parecía que el cine más alternativo estaba quizá en otros lugares. Esta edición de la Seminci ha revelado que no es necesariamente así. Lo veremos a partir de tres títulos que han sido los que más han sorprendido a quien firma este artículo.
El primero es “The Feeling that the Time for Doing Something Has Passed”, en la que la directora Joanna Arnow pone su propio cuerpo al servicio de su personaje, una mujer joven que disfruta de relaciones sadomasoquistas en las que puede ser la dominada. Lejos de la erotización de este tipo de relaciones, la película de Arnow es una exploración también de nuestra época y sobre todo del cuerpo. Es la misma directora quien interpreta al personaje principal. Y como Lenna Dunham en “Girls”, la belleza poco normativa de la directora/actriz y la frontalidad con la que se muestra el propio cuerpo desnudo en la pantalla, hace que la película participe de una honestidad que bordea la comedia.
Los otros dos títulos son “Gasoline Rainbow” y “The Sweet East”, dos películas que ofrecen sendos viajes a lo largo de Estados Unidos. En el caso de “The Sweet East”, el viaje es realmente una especie de trip, o un viaje a ratos tan fantasioso como el de la Alicia de Carroll. Aquí, la protagonista es una chica de un lugar remoto que, de viaje con sus amigos, se pierde como si cayera precisamente por un agujero. A partir de aquí, va encontrando algunos de los signos políticos de la fragmentada América contemporánea: un supremacista, una pareja negra y un grupo islamista. Ella, sin embargo, permanece ajena a estas cuestiones.
En “Gasoline Rainbow”, los personajes también vienen un poco de la nada y también parecen estar buscando algo: una fiesta en la costa. Es hermoso como los directores de la película integran las maneras de capturar las imágenes de la juventud. Planteada como un ejercicio muy colectivo, en el que lo documental y la ficción se entremezclan de manera orgánica. Lo más bonito de la película, sin embargo, es el humanismo que desprende ese joven grupo, que permanece unido, y por tanto también la película.