Una agresión sexual cada dos días a menores en Tarragona
Los delitos sexuales de menores se duplican en cuatro años en la provincia. Agresiones y abusos a menores de 16 se disparan. El acceso temprano a la pornografía, un factor de riesgo
«Para mí la situación está siendo muy preocupante. Cada vez se ven con más frecuencia agresiones sexuales entre menores. Lo empiezo a notar a mediados de 2021 y durante todo el año pasado. Casi que el ritmo de los casos que nos llegan es de día sí, día no. Son tendencias que se salen de la normalidad», reconoce Jesús María del Cacho, magistrado del Juzgado de Menores de Tarragona.
Los balances corroboran esa percepción: una agresión o abuso sexual cada dos días en Tarragona a menores de 16. En los últimos cinco años la denuncia de estos delitos sexuales, incluyendo también el acoso, se ha duplicado en la provincia, al pasar de los 87 de 2018 a los 184 de 2021, últimos datos disponibles, publicados en las sucesivas memorias de la Fiscalía de Tarragona.
La preocupante inercia también se refleja si atendemos a otro indicador: los delitos sexuales cometidos por menores también se han duplicado, a juzgar por los datos de la jurisdicción de menores.
En 2021 hubo 62 abusos y agresiones sexuales y en 2018 únicamente 38. Y no es solo cuestión de un índice, sino que todas las evoluciones muestran ese incremento. La memoria de la Fiscalía de 2022, con datos referidos de 2021, sostiene que «el delito de abuso sexual a menores de 16 años ha tenido un aumento del 31,48% en el último año».
El incremento de la criminalidad general (una agresión sexual con penetración cada tres días en la provincia, en 2022, según Interior) viene acompañado de un aumento también entre los más jóvenes. Y es algo que expertos, tanto del mundo de la educación como judicial, achacan a factores como una involución, la exposición a redes, el inicio más madrugador en la sexualidad o en la pornografía.
«Veo que la situación es preocupante, cada vez se está desmadrando más», explica Enriqueta López, psicóloga infantil y juvenil en Tarragona. Enriqueta describe una escena real: un niño de 12 años, en una excursión escolar, viendo pornografía en el móvil. «Influye el acceso a las redes sociales, a contenidos para los que no están preparados, la exposición a la sexualización, justo cuando están descubriendo el componente sexual. Además, las experiencias sexuales se han adelantado mucho, a los 13, 14 años. Aprenden de la pornografía, que reproduce unos patrones que no tienen nada que ver con una vida sexual sana», denuncia López.
Redes y pornografía dura
El magistrado Jesús María del Cacho también lo tiene claro: «No sé si está influyendo la pospandemia, pero para mí todo esto está vinculado a la facilidad de acceso a internet y a las redes sociales. Los informes de nuestros equipos técnicos abundan en que se consume pornografía dura y eso es un problema».
Este jurista de Tarragona especializado en menores da la voz de alarma: «Ese consumo es determinante. Hablamos de chavales en los que la primera educación sexual la reciben por lo que ven en la pornografía, con ese componente de la mujer sumisa, de que el sexo es algo que no se negocia y se piensa eso de que ‘si no te gusta, da igual, yo sigo para adelante’. Son modelos de imposición que en ningún caso corresponden a la realidad».
Oriol Ríos, profesor de Pedagogia y responsable de Educació Social en la URV, parte de que «la educación afectivo-sexual se ha abordado de una forma acientífica» y pone un ejemplo: «Ciertos discursos de los últimos años nos decían que el amor romántico era el problema, por ejemplo, para la violencia de género, cuando realmente es una protección también para los delitos sexuales. Hemos educado de forma muy precaria a los profesores y las familias van perdidas».
Ríos habla de «un discurso constrictivo, que hace que nos estén socializando con unas relaciones en las que se vincula atractivo y deseo con violencia, ya sea a través de películas, series... Aquellas personas con más valoración social son las que agreden y las que actúan con una masculinidad dominante».
Para el docente de la URV, «el problema no está en las redes sociales ni en los productos en sí mismos, sino en el tipo de relaciones que se están promoviendo, y en esos modelos de masculinidad que vinculan atracción con violencia. Tenemos que revertir eso, con educación en el día a día, y ligar los valores a la bondad y la igualdad». El problema, para Ríos, no es solo que no se estén llevando a cabo tareas formativas al respecto sino que se realicen en la dirección equivocada: «Hay que hacer una socialización muy alternativa».
Otra equiparación: los roles de las películas de John Wayne, el chico malo, reproducidos en la infinidad de inputs que llegan hoy en día a un adolescente; y, todo ello, compatible con el progreso feminista: «Hay que diferenciar. Hemos avanzado erradicando el sexismo pero no hemos hecho lo mismo con los modelos atractivos de hombres que triunfan».
Discursos, canciones, películas
En esa línea se expresa Came García, profesora de pedagogía en la URV: «En los aumentos influye la mayor sensibilidad social respecto a esta situación. Las mujeres saben que si denuncian las van a amparar las leyes, no se van a quedar solas. Hay más apoyo que hace unos años». Pero, como Oriol Ríos, apunta a «un discurso coercitivo dominante basado en la atracción de los comportamientos violentos, y eso influye en la socialización». Carme García añade: «La pornografía puede afectar a vincular relaciones afectivo-sexuales con violencia, pero no solo ahí; también aparecen en canciones, discursos, películas».
Otros expertos son reacios a establecer relaciones de causa-efecto. Josep Maria Tamarit, catedrático de Derecho Penal y profesor en la UOC, lee la situación con cautela: «Es cierto que los datos oficiales indican que hay un aumento de denuncias. Pero hay que partir de que estos delitos tienen un porcentaje muy bajo de denuncia. Ahora hay más sensibilización, más información y más medios para denunciar». Tamarit cree que «hay que esperar a tener más datos de las encuestas de victimización, que sí recogen un aumento en general pero falta especificación para hacerlo entre menores».
Eso sí, Tamarit admite que «hay estudios que comienzan a apuntar el hecho de que los menores acceden de manera prematura a determinados contenidos pornográficos». El profesor cree que «puede ser un factor de riesgo pero no podemos poner todo el foco en él, ya que no toda la pornografía es igual». Contenidos como el sexo en grupo o con componentes violentos son los más delicados.
Fina Méndez, copresidenta de la comisión de igualdad del Il·lustre Col·legi de l’Advocacia de Tarragona (ICAT), define una doble casuística: «Por parte de las agredidas hay más denuncias porque la concienciación y la protección es mayor». El otro factor para esta abogada «tiene que ver con el acceso tan a mano a la pornografía» y con toda la distorsión que eso provoca: «No perciben que el porno es una ficción y creen que es la vida real. Todo eso está detrás de la cuestión de las violaciones en grupo, de las manadas. Es una combinación de ambas cosas».
En una línea parecida, el magistrado Jesús María del Cacho lo vincula con «una sociedad en la que se han diluido los valores y la autoridad de figuras como el policía o el profesor». En ese cóctel de razones, el jurista habla de «una falta generalizada de habilidades en los padres para educar y algo que también ven los equipos técnicos, que es la ausencia de límites en casa. Otra cosa que influyen son las redes. Ahí tienes una respuesta inmediata. Todo eso genera una baja tolerancia a la frustración y el joven piensa ‘lo quiero todo y lo quiero al momento’».
«Acceso a la pornografía en edades impúberes»
La última Memoria de la Fiscalía General del Estado es especialmente esclarecedora y advierte del «progresivo e importante incremento de los delitos contra la libertad sexual durante los últimos años».
El documento plasma la inquietud por esta deriva, e incluso profundiza en algunas causas. «Sin incurrir en moralismo alguno, se alerta contra la despreocupación y banalidad con que se afrontan las relaciones sexuales entre adolescentes», añade la Memoria, que sitúa en el punto de mira uno de los elementos más controvertidos: «Ese inicio precoz se vincula, fundamentalmente, al acceso a la pornografía en dispositivos móviles desde edades impúberes».
La diagnosis va más allá: «Ese aprendizaje desviado puede estar contribuyendo al aumento también de los casos de delitos sexuales incestuosos». Habla de «una realidad compleja, con casuística muy variada», y cita como uno de los factores «el consumo desinhibido de alcohol y sustancias que hace difícil establecer el límite del consentimiento».
Más abusos, agresiones y acoso por vía telemática
La jurisdicción de menores de la Fiscalía indica que en 2021 hubo en la provincia 62 delitos por agresión y abuso sexual, dos categoría englobadas únicamente en agresión desde la ley del ‘solo sí es sí’, en vigor desde octubre de 2022. Es un 82% más, casi el doble, que el dato de 2018, y supera cualquiera de los registros precedentes. Ambos hechos delictivos crecen en los últimos años. Cada seis días se produce un delito cometido por menores de 18 años.
Otros datos al respecto son los de delitos que tienen como víctimas a menores de 16, cometidos o no por perfiles también menores. Ahí la estadística también crece exponencialmente: los abusos sexuales a menores de 16 pasan de 73 en 2018 a 142 en 2021. La agresión sexual se eleva de 15 a 34 en el mismo intervalo. Incluso aumenta, aunque los valores son más reducidos, el acoso a través de telecomunicaciones en esas franjas de menores.
Este conjunto de tres delitos contra la libertad sexual se han duplicado en los últimos años: de 90 en 2018 a 184 en 2021.
La jurisdicción de menores de la Fiscalía indica que en 2021 hubo en la provincia 62 delitos por agresión y abuso sexual, dos categoría englobadas únicamente en agresión desde la ley del ‘solo sí es sí’, en vigor desde octubre de 2022. Es un 82% más, casi el doble, que el dato de 2018, y supera cualquiera de los registros precedentes. Ambos hechos delictivos crecen en los últimos años. Cada seis días se produce un delito cometido por menores de 18 años.
Otros datos al respecto son los de delitos que tienen como víctimas a menores de 16, cometidos o no por perfiles también menores. Ahí la estadística también crece exponencialmente: los abusos sexuales a menores de 16 pasan de 73 en 2018 a 142 en 2021. La agresión sexual se eleva de 15 a 34 en el mismo intervalo. Incluso aumenta, aunque los valores son más reducidos, el acoso a través de telecomunicaciones en esas franjas de menores.
Este conjunto de tres delitos contra la libertad sexual se han duplicado en los últimos años: de 90 en 2018 a 184 en 2021.