Adolescentes y pornografía, ¿y si no estamos poniendo el foco donde toca?

Baño de realidad. La psicóloga Vanessa Rodríguez huye de simplificaciones y dice que no hay estudios que muestren que el porno está detrás del aumento de violaciones e insiste: la clave está en la educación sexual que no ofrecemos

Primera lección: tratar de equiparar la adolescencia actual con la adolescencia de quienes hoy somos adultos no tiene sentido. Hecha esta advertencia, Vanessa Rodríguez, psicóloga sanitaria, psicopedagoga, sexóloga y experta en Neuropsicología, se encargó ayer de intentar desmontar el discurso que se ha generado recientemente y que echa a la pornografía toda la culpa del aumento de las agresiones sexuales entre adolescentes. Venía a decir, en resumen, que estamos simplificando demasiado para abordar temas complejos.

Rodríguez era una de las ponentes en la jornada organizada por el Ayuntamiento de Tarragona a propósito del 25N Día Internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres. El título de la charla: ‘No es porno todo lo que reluce, adolescencia y violencia sexual’, ya daba alguna pista de lo que vendría.

Atención a los datos

Uno de los primeros aspectos que la experta en violencia quiso poner en entredicho son los datos que han generado tanta alarma, como el que dice que los niños españoles comienzan a ver pornografía a los ocho años. El dato, explica, proviene de un estudio de la Universitat de les Illes Balears. En este caso hay que distinguir el momento en que se ven las primeras imágenes pornográficas (antes de los 12 años en el 52,9% de los encuestados) y cuando realmente comienza el consumo. En el estudio, los que comenzaban a consumir antes de los 12 años eran el 14,3%. Son, claramente, edades muy tempranas, pero en ningún caso son los ocho años de los que se habla incluso en las campañas estatales.

Rodríguez asegura, de hecho, que ha escrito al Ministerio de Igualdad para conocer el origen de los datos de la reciente campaña ‘Hablemos de pornografía’ «y todavía estoy esperando respuesta». Lo mismo, señala, ha pasado con otros organismos que han iniciado campañas sin ofrecer los datos de los estudios científicos que los sustentan.

También invita a poner en perspectiva los datos de agresiones sexuales cometidas por adolescentes y que, efectivamente, han aumentado en los últimos años. Asegura que no hay que perder de vista que cada vez hay más consciencia de qué es una agresión y esto podría hacer que más personas se atrevan a denunciar lo que, a priori, cree que es positivo.

Aunque no se trata de negar el problema, sino de ver cómo se puede prevenir, porque muchos niños se encuentran con el porno simplemente navegando por la web. En su opinión, «tendríamos que estar poniendo el peso en los buscadores. Buena parte de la culpa de que el porno esté en todas partes es de Google que le vende la entrada (pago por posicionamiento). Si esto estuviera solucionado no tendríamos ni que regularlo», asegura.

No hay que olvidar, además, que muchos niños y adolescentes acuden al porno a satisfacer su curiosidad y su necesidad de información sobre sexualidad. En este sentido, la clave es una educación sexual que, en teoría, según la legislación educativa, «es transversal, lo que quiere decir que al final no es de nadie».

Insiste, eso sí, que la educación sexual debería ser impartida por personal especializado y no dejarlo en manos de maestros y profesores porque se trata de un tema en el que, si no se cuenta con formación específica, es fácil hablar desde las propias convicciones y prejuicios.

Y es que mucho antes de que los adolescentes lleguen al porno, Rodríguez está convencida de que deberíamos revisar el cine y las series a las que están expuestos y que están llenos de mensajes machistas, donde el peso está puesto siempre en el cuerpo de la mujer «el encuadre es como si fuera el hombre quien la mira», dice. Y remata: «Vivimos en una sociedad sexista y racista, el porno solo aumenta lo que ya hay».