‘Vencer’ la barrera de las murallas siglos después
Raval de Robuster. Pese a estar a pocos minutos del centro, la afluencia de gente disminuye drásticamente en paralelo a las dificultades para el impulso comercial
Dos carriles de circulación en un mismo sentido y una serie de árboles simétricos a cada lado nos dan la bienvenida a una zona del Tomb de Ravals que, aunque mantiene el característico embaldosado rosado, muchas de sus fachadas son completamente actuales. Algún rasgo novecentista todavía se deja ver, pero ya nada queda de su pasado más reciente.
A lo largo del Raval de Robuster, establecimientos de restauración, tiendas de diferente índole y hasta edificios tan opuestos como un colegio concertado y un local de ocio nocturno suponen un lado de la balanza frente a los numerosos comercios que se han quedado vacíos.
La calle de Sant Pere Apóstol es el límite con la parte oeste –directamente contigua– de la vía en la que, pese a todo, la historia reusense ha dejado símbolos como el edificio de la Boella, la casa natal de Marià Fortuny o ‘La Casa Rosa’ de Pedrol Rius. También, algo curioso del Raval es que la Germandat de Sant Isidre i Santa Llúica de Reus, que históricamente ha tenido su sede allí, es más antigua que la propia calle.
Hubo entidad antes que Raval
El Raval de Robuster data del 1510 y el primer documento de la entidad, un acta notarial, es del 1327. «Cuando nosotros vinimos, no existía el arrabal; entonces en Reus no había ni campanario», describe el presidente de la entidad, Josep Maria Vallés.
Incluso, hubo un periodo en el que se llamó Raval de Santa Llúcia. Y, sin embargo, la ubicación de lo que al principio fue el gremio de payeses, quedó fuera del perímetro medieval. Según cuenta Vallés, «había una prensa de aceite y de vino y la calle olía mucho para estar dentro de la ciudad».
Casi 700 años después, la Sala Santa Llúcia, cuyas instalaciones se remodelaron en 2007, sigue fomentando proyectos locales. Es más, la entidad ha visto crecer Reus de la «nada» hasta lo que conocemos hoy. «Aquí todo eran huertos, pero en cuanto se amplió fuera de murallas, se convirtió en un núcleo céntrico», relata el presidente de Santa Llúcia sobre la urbanización y el paso del tiempo.
Además, la Germandat de Sant Isidre i Santa Llúcia tiene un gran vínculo con las tradiciones reusenses. No solo se ha convertido en un hotel de entidades con compañías de teatro, un grupo de fotógrafos, mujeres punteras, un coro, una orquesta; o el reconocido grupo de Esbart y su Ball de Bastons que participan del Seguici Festiu. Son responsables de la ‘vint-i-quatrena’, el traslado de la Virgen de Misericòrdia cada 100 años, y de su coronación cada 25.
Actualmente, ‘sobreviven’ gracias al Teatro-Auditorio de la Sala de Santa Llúcia, un espacio que acoge todo tipo de representaciones escénicas y cuenta con una programación muy solicitada por el público.
Todo por las dificultades del Raval de Robuster, que no pasa por su mejor momento. «Planteamos diferentes situaciones, pero como toda la historia estaba aquí, decidimos reconstruir la sede en el mismo sitio», reconoce Vallés.
Día a día tranquilo
«Aunque seamos una entidad muy desconocida para Reus, aportamos un movimiento de gente al Raval de Robuster», expone el presidente, quien lamenta que «la gente llega hasta el Mercadal y le cuesta mucho bajar hasta allí para otras actividades».
Desgraciadamente, ni el turismo ni la restauración han influenciado positivamente en la masa social que pasa por la vía. Salvo en las horas punta, no hay nadie.
«Se nota que tenemos dos colegios alrededor, el Col·legi Sant Josep y el Institut Salvador Vilaseca, a mediodía y sobre todo por la tarde aumenta la afluencia de coches», señala Carlos Domínguez, miembro del Centre d’Amics de Reus, el otro referente cultural de la calle.
Ambas entidades coinciden que el tráfico no perjudica y que no debería hacerse peatonal porque no hay tanta masificación. Eso sí, como explica Domínguez, confían en «el proyecto que el Ayuntamiento inició hace un año para impulsar el arrabal y, desde lo comercial, que tenga un mayor atractivo cultural, revitalizando algunos establecimientos cerrados».