Pròsper de Bofarull, un antes y después entre documentos
El reusense inició una profesión familiar en el Archivo Real de la Corona de Aragón que le aseguró un sueldo vitalicio e importantes polémicas en la época
Si las distinciones entre clases sociales han pesado a lo largo de toda la historia, mucho más lo hacían en los siglos XVIII y XIX. Sobre todo, esa «diferencia» marcaba cuando alguien provenía de la nobleza, pero ya no era considerado como tal, por ser sus ascendentes nobles más bien indirectos. Ese era el caso de Pròsper de Bofarull i Mascaró y, naturalmente, fue el caso de los familiares que venían después.
Pero si el reusense marcó la diferencia no fue por asociación negativa, sino porque se convirtió «en un personaje importante al ser primer archivero de la estirpe de los Bofarull», como describe el historiador Jaume Massó.
Curiosamente, fue su padre –comerciante enriquecido– quien le empujó a explorar su vertiente intelectual desde joven. Aprendió latín y retórica, para después estudiar Filosofía y Leyes y acabarse doctorando en el campo jurídico. En los años posteriores recorrería distintas ciudades españolas por motivos laborales y también políticos, lo que llevaría a Pròsper de Bofarull a ocupar cargos relevantes y trazar buenas relaciones, principalmente, en la capital.
A raíz de ello, en 1814 fue nombrado archivero del Archivo de la Corona de Aragón, con sede en Barcelona, donde acabó ejerciendo de director y obtuvo múltiples reconocimientos. Desde ser miembro de l’Acadèmia de Bones Lletres o ser parte del Jurado de Delitos de Imprenta de Barcelona, hasta su distinción como Fill Il·lustre de su ciudad natal.
Del archivo, casa y familia
Y ya no llegó a moverse de Barcelona. «Lo que hizo fue llevarse a su hijo y luego a Antoni de Bofarull, y los tuvo también como archiveros; tanto su hijo como su nieto fueron directores también de la Corona de Aragón y su sobrino, uno de los responsables», cuenta Massó.
En total, el reusense «viviría» durante 35 años en ese archivo. Con su labor documental marcó un antes y después en Catalunya, en cuanto al oficio de la archivística, pero también en cuanto al prestigio familiar. Es más, lo más destacable de su tarea fue cómo el reusense se implicó en recuperar y reorganizar el archivo y todos los documentos con que este contaba y que habían sufrido estragos por el paso del tiempo y la falta de cuidado.
Pròsper clasificó y registró las obras cronológicamente, aumentó el fondo del archivo y, tras la incorporación de documentación de la Generalitat que había caído en el olvido, implantó un nuevo reglamento para sistematizar el Archivo de la Corona de Aragón.
Además de crear nuevas secciones, Jaume Massó destaca su focalización en «temáticas medievales y crónicas de la época», lo que hizo del archivo un punto de encuentro histórico europeo.
La labor archivística de Pròsper de Bofarull abarcó incluso hasta la recuperación de manuscritos de conventos y monasterios, así como importantes papeles institucionales. A pesar de todo su esfuerzo, parte de sus trabajos despertaron gran polémica en la época y, también, en tiempos posteriores. Donde hay luces, hay sombras y, en su caso, donde hubo hitos, también nacieron acusaciones.
Logros y acusaciones
Como director del Archivo de la Corona de Aragón, el reusense reescribió el Llibre de Repartimetn del Regne de València de la Edad Media y, en varias ocasiones, se determinó que había manipulado los documentos para destacar a los catalanes en las conquistas del siglo XIII. Parece ser que en la recuperación de dichos documentos se omitieron fragmentos referentes a otras poblaciones en beneficio de la Renaixença.
Independientemente de aquel contexto concreto, los méritos de Bofarull son indiscutibles, ya que publicó obras históricas que se habrían perdido por completo y extensos volúmenes sobre la nobleza del momento. Es más, después de su jubilación, terminó la época dorada del Archivo que había sido su casa durante tanto tiempo. Sin Pròsper, las instalaciones se despidieron de la profesionalidad e implicación y, aunque él lo trasladó a sus sucesores, las condiciones esplendorosas no se volvieron a dar.