Tàpies, un artista tridimensional en Valls
El Museu exhibe una veintena de obras de bronce, algunas fundidas en 1987 en la empresa Vilà de la ciudad
La vinculación de Antoni Tàpies (1923-2012) con la ciudad de Valls no es solo porque en el fondo del Museu aguardan diversas obras suyas, sino porque el artista fundió una decena de piezas en la empresa de fundición Vilà, situada en el polígono industrial, en el año 1987.
Son estas obras de bronce las que ahora protagonizan la exposición Antoni Tàpies. Bronzes intervinguts (1987-1989), que reúne una veintena de piezas del artista. La muestra, que se puede visitar hasta el próximo 30 de junio, acontece uno de los actos conmemorativos de L’Any Tàpies, impulsado por la Generalitat de Catalunya, con la Fundació Antoni Tàpies. Así, la exposición cuenta con el apoyo económico del Ayuntamiento de Valls y de la Generalitat de Catalunya.
Al respecto de la exposición, el director del Museu de Valls, Jordi París, se remonta treinta y siete años atrás, para viajar hasta 1987. «Por aquel entonces, Tàpies tenía 64 años y era la primera vez que experimentaba con piezas de bronce; aunque ya era un artista totalmente consolidado y con una larga trayectoria, nunca antes había afrontado dicho reto», explica el también comisario de la muestra junto a la historiadora y crítica de arte Conxita Oliver, quien también es la autora de los textos de la muestra y del catálogo, mientras que el diseño expositivo es de Xavi Torrent.
De esta manera, las obras expuestas proceden de la Fundació Tàpies, del galerista Carles Taché y de coleccionistas particulares. Además, se da el caso que desde diciembre de 1987 no se habían reunido todos los bronces. Por esta razón, Jordi París destaca «la excepcionalidad de la exposición».
¿Por qué Tàpies se interesó por el bronce? «Lo hizo a instancias de su galerista Carles Taché e inicialmente trabajó con la empresa de fundición Parellada, de Llinars de Munt. Pero Taché necesitaba agilizar la producción por lo que decidió buscar una fundición con mayor capacidad productiva. Entonces, acudió a la empresa Vilà de Valls donde se forjaron una decena de obras», relata Jordi París, quien añade que «todas ellas parten de objetos cotidianos».
Sobre la singularidad de los bronces de Tàpies, la crítica de arte Conxita Oliver desvela algunos de los secretos en el catálogo de la muestra.
Del bronce Càntir i bota la historiadora ensalza que «Tàpies utiliza objetos sometidos al envejecimiento para descubrir la belleza intrínseca» y añade que la vinculación que el artista establece entre una bota atada con alambres a un cántaro «nos hace pensar en el duro trabajo de los campesinos y de los obreros para así reivindicar un loable trabajo poco reconocido. Igualmente, las inscripciones de una cruz en la bota y una X en el cántaro remiten al puro imaginario de Tàpies».
Así, coincidiendo con la pieza Rentamans i llibres, Conxita Oliver recuerda que «el libro ejerce una fascinación en Tàpies no solo por el contenido, por lo que dice, sino como objeto (era coleccionista de libros ilustrados), y aparece de múltiples formas», como también en Llibre I, Llibre II y Llibre III.
En cambio, en el bronce Tamboret, indica la historiadora, el artista «se vale de materiales y utensilios extraídos de su entorno próximo para convertirlos en los protagonistas y otorgarles nuevos significados. Esta mano con el dedo índice hacia arriba parece una advertencia, una forma de avisarnos sobre la vida superficial que llevamos».
Por otro lado, de La butaca Conxita Oliver señala que «una butaca de bronce, por supuesto, no es lo más cómodo que existe para sentarse: juega a la confusión, al ilusionismo, mostrándonos objetos comunes, en general cómodos y flexibles, ejecutados con materiales rígidos y poco confortables».
Así, el Matalàs «atado con una cuerda como un fardo representa la mudanza, la fuga, la guerra; es decir, la pobreza y la precariedad de la existencia», mientras que a través de la impresión hundida en la materia en Empremta de clau «Tàpies nos remite a su espíritu profundamente existencial». En cambio para el artista, escribe Conxita Oliver, «la cruz es una clara referencia a la universalidad como expresión última del cosmos», tal y como representa en la obra Creu nuada.
De la misma manera, a través de la Campana petita, según la crítica de arte, «Tàpies reinterpreta la campana y la eleva a símbolo de cobijo», mientras que Porta se convierte en un «símbolo de entrada o cierre, el misterio de la puerta es otro de los signos consustanciales de Tàpies que, en el caso de la puerta, implica la idea de acceso al vacío, a la nada; frontera entre la vida y la muerte».
El catálogo de bronces se completa con Crani 376 fruto de la inquietud del artista por el cuerpo humano y Capsa amb sabata como ejemplo de que «en todas sus etapas, Tàpies devolvió en forma de obra de arte los desechos y los restos rehusados por la sociedad de consumo, con la intención de sacudirle la conciencia».
Por todo ello, Jordi París ensalza la capacidad del artista para «valerse de objetos que tienen una vida propia, transformarlos y darles una nueva lectura» y concluye que «como otros creadores, siguió investigando y abriéndose nuevos caminos, de tal manera que a través de los bronces completamos la visión tridimensional de Tàpies».