De ruta por Tarragona: el camino de la sal
Nos dirigimos la Punta de la Banya, allá donde se encuentran las Salinas de la Trinitat. Descubriremos uno de los parajes más salvajes de la provincia en busca de respuestas
Parece mentira, pero antes que el arroz la sal fue uno de los principales productos del Delta de l’Ebre. Mientras que el cultivo del cereal arrancó en la segunda mitad del siglo XIX, el mineral ya era recogido por los sarracenos en el siglo X. En este punto surgen innumerables preguntas que tratan de saciar la curiosidad propia del descubrimiento: por ejemplo, ¿todavía se produce la sal tarraconense? ¿Dónde y cómo se obtiene? En la ruta de esta semana nos adentramos en uno de los parajes más salvajes de la provincia en busca de respuestas, un remanso de paz que nos deleitará con uno de los mejores atardeceres de nuestras tierras.
Instrucciones de la ruta
Nos dirigimos al Delta de l’Ebre, concretamente, a la Punta de la Banya, allá donde se encuentran las Salinas de la Trinitat. Estacionaremos en uno de los dos aparcamientos municipales de la playa del Trabucador: el primero está junto al muelle; el segundo, en dirección a la Punta de la Banya, inmediatamente antes de donde se prohíbe la circulación. A continuación, emprendemos la marcha hasta las salinas o bien junto a la playa o bien por la pista de tierra que han creado los vehículos. Podemos dar media vuelta en cualquier punto o, incluso, ir más allá de las salinas. En cualquier caso, se trata de un recorrido de ida y vuelta que concluye en el inicio.
Dificultad de la ruta
Determinar la dificultad de una ruta ya es de por sí una dificultad. Por suerte, existen escalas de graduación que establecen la dureza a partir de factores observables. El Método SENDIF, creado por la Taula de Camins de l’Alt Pirineu i Aran, sostiene que la dificultad de un itinerario de senderismo depende, por una parte, del esfuerzo físico que este supone y, por otra parte, de los obstáculos del camino. Desde el punto de vista de la dificultad, esta ruta es de dureza fácil debido a sus 13,6 kilómetros y nulo desnivel positivo. Se trata de un paseo junto a la playa, con todo lo que ello conlleva. El avance será más rápido y fácil si pisamos la pista trazada por los vehículos, sin embargo, ello nos aleja de la costa y resta atractivo a este itinerario. Finalmente, aunque las temperaturas sean elevadas, conviene llevar ropa de abrigo con la que protegernos del viento, sobre todo si vamos al atardecer.
La sal de la vida
La sal es un producto de capital importancia que ganó peso a medida que el hombre se transformó en recolector y agricultor. Como apunta Emilio Menéndez en el libro Las rutas de la sal, «la conservación de alimentos de todo tipo se hace posible mediante la sal; ésta frena la fermentación y degradación que realizan las bacterias, permitiendo su conservación y uso en un tiempo más prolongado». A pesar de su importancia, la llegada del frigorífico y el mercado de los alimentos congelados provocaron que, en el ámbito doméstico, la sal se use para poco más que potenciar nuestros platos.
Existen diferentes maneras de obtener este mineral incluso utilizados y tradiciones. Las salinas pueden ser marinas, cuando se deposita el agua en piscinas de poca profundidad y esta se evapora por el calentamiento del sol dejando un depósito de sal, de interior o mineras. Como cae por su propia lógica, las salinas que nos ocupan pertenecen a la primera de las categorías y, además, son las única de dicha clase en Catalunya. La tan preciada sal de nuestras salinas es la Flor de la Sal, cuyo rasgo característico es una composición de cloruro sódico menor que la del mineral común, de ahí que sea tan valorada en la alta cocina. Recogida mediante un proceso tradicional, este producto podemos encontrarlo en los lineales de Tarragona.
Producción de sal en Tarragona
Hasta los años veinte, la recolección de la sal tarraconense necesitaba centenares de personas. En los meses de verano, los trabajadores extraían la sal del fondo de las balsas de agua marina y, a continuación, la amontaban para transportarla en carros hasta el tren que la llevaría al lugar de almacenaje. Tal y como se puede entrever, las condiciones de trabajo eran duras, motivo por el que la jornada se dividía en dos. Sabemos más del estilo de vida de sus trabajadores gracias a Joan Brunet Navarro, quien trabajó en las salinas y dejó por escrito sus vivencias en el lugar.
Fuera de la salinada, eran dieciocho las familias que vivían en las salinas, abandonándolas únicamente los días de fiesta mayor. Como explica Brunet en el libro Delta II: istme, trabucador i península dels Alfacs, las familias que permanecían en las Salinas de la Trinitat vivían en terrenos cerrados en los que sembraban verduras y legumbres y criaban gallinas, patos y conejos que alimentaban o con las sobras o con las hortalizas del huerto. Atrás quedan sus anécdotas, así como la infinidad de curiosidades del paraje, entre las que se encuentran dos importantes naufragios.