Musicoterapia, una puerta abierta a la inclusión en el Teatre Tarragona
Un centenar de usuarios de entidades sociales se reúne en el escenario para compartir los beneficios de la música de la mano de la Orquestra Camerata XXI
¿Cuántos de vosotros habíais estado en el Teatre Tarragona?, y ¿Cuántos en el escenario?
Son las dos preguntas que el director artístico de la Orquestra Camerata XXI de Reus, Guillem Cabré, formuló al público que ayer asistió a una sesión conjunta de musicoterapia, antes de empezar el concierto. La razón del escrutinio era poner en valor su presencia y, sobre todo, participación. «Estamos aquí porque todas y todos sois los protagonistas», añadió el intérprete.
La actuación era la guinda del proyecto Sent la Camerata XXI. En el marco del programa Apropa Cultura, un centenar de usuarios y usuarias del Institut Municipal de Serveis Socials de Tarragona, la Residència Santa Tecla Ponent, el Espai FEPA Tarragona y la Fundació Onada se han convertido, en los últimos meses, en alumnos y alumnas de música aventajados y privilegiados, a través de talleres participativos y sesiones en pequeño formato.
Según la Associació Catalana de Musicoteràpia (ACMT), la musicoterapia es la aplicación científica del arte de la música y la danza con una finalidad terapéutica y preventiva, con el objetivo de ayudar a incrementar y restablecer la salud mental y física del ser humano, mediante la acción profesional del musicoterapeuta.
A pies juntillas, el concierto sirvió para celebrar conjuntamente el poder de la música como puerta abierta a la inclusión. «El lema de Apropa Cultura nos ha inspirado, ya que el poder transformador de la música es muy potente», reconocía minutos antes de la actuación Guillem Cabré. Y añadía: «A través de esta experiencia, queremos aportar nuestro granito de arena para que esta capacidad de transformación social sea bidireccional, es decir, que beneficie tanto a los usuarios y las usuarias de las cuatro entidades como a nosotros, los músicos y musicoterapeutas».
Acompañados de Albert Galcerà (acordeón); Albert Carbonell (violín); Jaume Fraga (violonchelo) y Guillem Cabré (viola), y los musicoterapeutas Montse Navarro, Reynaldo Pulido y Alba Solé, los y las participantes se convirtieron en músicos y músicas por un día.
De cara al patio de butacas, una perspectiva poco convencional, primero realizaron una rutina para calentar el cuerpo y las articulaciones. Movimientos hipnotizantes con los que pusieron a punto el cuerpo y la mente.
Después de calentar motores, los musicoterapeutas repartieron entre los asistentes diferentes instrumentos de percusión, como eggs shakers (maracas en forma de huevo), timbales y panderetas.
Con los instrumentos en la mano, ya tenían todo lo necesario para derrochar la energía que se merecen canciones de toda la vida, como Quizás, quizás, quizás, de Osvaldo Farrés; Dos gardenias para ti, de Antonio Machín, o el mambo Oye como va, de Tito Puente. La buena música no pasa de moda.
También rescataron del baúl de los recuerdos Camino verde de Los Panchos. Una senda por la historia de la música que el público acompañó con una coreografía inspirada en pañuelos de colores, mientras que un improvisado coro de Torreforta puso la voz.
La música también es un viaje en el tiempo y una oportunidad para emocionarse reviviendo historias personales. Guillem Cabré se sinceró ante los espectadores: «Durante la época en que estuve viviendo en los Países Bajos, participé en un proyecto de música en los hospitales. La experiencia cambió mi vida como músico. Junto a otros intérpretes, entramos en una de las habitaciones donde había un paciente procedente de Irán con el que el personal no podía comunicarse en ningún idioma. Pero al vernos con los instrumentos, se puso a cantar. Su primera interacción con el entorno fue a través de la música y la melodía que interpretó fue la de la película iraní Soltane Ghalbha, cuya traducción es el Emperador de corazones».
Igual de fantástico sonó el fragmento final de Nessun Dorma, de la ópera Turandot, evocando el apoteósico momento en el que el entrenador Pep Guardiola motivó a los jugadores del Barça minutos antes de saltar al campo de juego para disputar la final de la Champions. Una motivación extra que continuó con Viva la vida de Coldplay, desbordando todas las emociones y dejando el ánimo por las nubes.