¿Qué bebemos hoy?

Un brisado de Terra Alta

Vino naranja o Orange wine. Así es como llaman ahora a los vinos brisados de toda la vida, que es como nuestros abuelos elaboraban antiguamente algunos blancos. Quien sabe si por tradición o necesidad (carecían de prensas o estaban prensando el tinto), el caso es que trabajaban la uva blanca igual que la negra, es decir, dejando que el mosto macere y fermente con las pieles y semillas. Eso les aporta a los vinos más estructura, astringencia y color, que en el caso de los blancos va desde un amarillo más intenso hasta el famoso ámbar o naranja, dependiendo del tiempo que se deje el vino con los hollejos (también llamados brisa).

Con la llegada de la tecnología a las bodegas, esta elaboración prácticamente se abandonó. El mercado requería blancos limpios, brillantes y sin un ápice de oxidación. Sin embargo, en la Terra Alta nunca desaparecieron del todo. Allí recuerdan como el célebre escritor Joan Perucho e incluso Pablo Picasso -muy vinculados a esta región- sabían perfectamente distinguir entre los vinos ‘vírgenes’ o ‘brisados’.

Pero es hoy, cuando los brisados están ganando popularidad entre los amantes del vino, fascinados por esos blancos con ‘alma de tintos’. O los adoras o los detestas porque no son vinos fáciles: tienen un sabor más intenso, seco, con más cuerpo y más taninos que el resto de vinos blancos. Con notas que van desde los frutos secos y confitados hasta hierbas, pasando por miel y especias. Digamos que no es un vino tan comercial. Aunque todo ello los convierte en vinos altamente versátiles y gastronómicos, que acompañan muy bien todo tipo de platos.

No todos los brisados son iguales, depende de la variedad, el material para la vinificación o crianza, los tiempos de maceración, etc. Encontraréis muchos estilos de brisados en el mercado y os animo a probar y dejarse llevar por cada experiencia sensorial. Pero para asegurar el tiro, elijan la Terra Alta.

Trementinaire de Herència Altès es un ejemplo sobresaliente (92 Parker). 100% Garnacha Blanca, de la Terra Alta, fermentada y macerada con sus pieles durante seis semanas y dos años de crianza oxidativa en barricas, lo que le confiere ese típico color anaranjado y mayor complejidad aromática. En nariz, ofrece notas de hierbas aromáticas, miel, piel de naranja escarchada y frutos secos, mientras que en boca es estructurado, con taninos suaves y un final largo y mineral. Si buscan algo más que un simple vino, no se lo piensen.

Dato curioso: La Terra Alta tiene una rica historia en la producción de vinos brisados y fue la primera Denominación de Origen de España en oficializar esta categoría entre sus vinos. El nombre de Trementinaire es un homenaje a las mujeres originarias de zonas de montaña que se dedicaban a la recolección de hierbas medicinales y aceites esenciales y la elaboración de remedios caseros que vendían, recorriendo a pie, por las masías y pueblos de Cataluña.