Que la coyuntura económica actual está llena de desafíos está claro. Las tensiones geopolíticas derivadas del enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, el conflicto palestino-israelí, y, sobre todo, la llegada de Trump a la Casa Blanca con todas las medidas anunciadas en materia de comercio, gasto y política exterior han derivado en una transformación en el escenario económico a nivel mundial y un cambio de paradigma en Europa que muy pocos podían anticipar hace apenas un año.
En este complejo escenario, la mirada de los inversores inevitablemente se vuelve hacia los principales bancos centrales, que como todos sabemos, juegan un rol fundamental a la hora de generar confianza en el mercado y apoyar la estabilidad en las grandes áreas económicas. De las autoridades monetarias, los inversores siempre han valorado que sean coherentes y previsibles con sus actuaciones, pero con un giro de guion como el que estamos viviendo, hay que empezar a valorar también su capacidad de adaptación.
En el caso de la Reserva Federal, Powell encara un difícil equilibrio. La economía del país se enfrenta a unos indicadores de actividad y confianza que muestran ciertas señales de debilidad.
En el otro lado de la balanza, unos datos de empleo todavía fuertes y unas previsiones de precios al alza derivadas de todo el tema arancelario, donde esta semana hemos conocido el último capítulo, al menos de momento. En su reunión del pasado 19 de marzo, la Fed rebajó las previsiones de crecimiento del país, elevando a su vez las expectativas de precios y reconoció que necesita más claridad antes de tomar nuevas decisiones.
No tenemos nueva reunión de la FED hasta el próximo 7 de mayo, parece poco probable que veamos una bajada en el tipo de intervención en dicha reunión, pero quizás sí tengamos más pistas sobre cómo va a actuar de cara a fin de año. Tres bajadas parecen ser el consenso a día de hoy, aunque Trump prefiera una Reserva Federal más agresiva en sus actuaciones.
Mas pronto veremos la próxima reunión del BCE, en apenas semana y media. El próximo 17 de abril, asistiremos a un nuevo Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo. Hasta ahora, la principal preocupación de Lagarde se basaba en el crecimiento una vez que los precios parecían bajo control.
Sin embargo, el anuncio del plan de rearme europeo con un fuerte incremento del gasto en defensa e infraestructuras y las amenazas arancelarias que empiezan a materializarse podrían ejercer una importante presión de los precios al alza.
¿Hasta qué punto puede ello marcar la política monetaria del banco europeo? Está por ver, pero desde luego no va a ser inocuo.
Es pronto todavía para hacer una valoración, pero no está de más recordar que el mandato fundamental del BCE es el control de precios, y parece claro que ante nosotros se presenta una escenario más inflacionista del que teníamos hace unos meses. ¿En qué medida puede diluirse el proceso de flexibilización de la política monetaria? Sobre todo, una vez que la propia presidenta ha reconocido que estamos ante una orientación monetaria considerablemente menos restrictiva.
Como dice aquel dicho popular, «ningún mar en calma hizo experto a un marinero». Desde luego tanto Powell como Lagarde han navegado en mares revueltos anteriormente lo que debería convertirlos en capitanes expertos. Los desafíos a los que se enfrentan no son pequeños, pero esperemos que sepan dirigir las velas adecuadamente frente a los vientos adversos a los que nos enfrentamos, de manera que guíen adecuadamente las naves de las economías europea y norteamericana hacia buen puerto.
Cristina Gavín Moreno - Ibercaja Gestión