Empresa y conciencia

Necesitamos empresas que ganen dinero, es cierto. Y cuanto más, mejor. Pero también necesitamos empresas que quieran cambiar el mundo.

19 abril 2022 13:20 | Actualizado a 19 abril 2022 13:25
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El 29 de julio se celebrará en Barcelona el ‘Festival of Consciousness’, un evento atractivo y necesario dada la escasa espiritualidad que se respira por doquier, empresas incluidas. Tendré el placer de participar como conferenciante, con algunas reflexiones sobre creatividad y educación.

Pero, ¿deben las empresas ser ‘espirituales’? Pues yo creo que sí. De hecho, una organización sin un enfoque más allá de lo meramente material o económico tiene los días contados. Conviene aclarar que la espiritualidad no es lo mismo que la religión o la religiosidad. Somos espirituales cuando estamos convencidos de que hay vida más allá de la mecánica, la materia y lo meramente observable y perceptible. Y cuando destinamos un tiempo, aunque sea breve, a intentar conectar con todo eso, empezando desde nuestro mundo interior para proyectarnos hacia la conciencia cósmica.

Frederic Laloux, en su monumental obra Reinventar las organizaciones ya nos hablaba de la necesidad de que las personas puedan experimentar esa dimensión en sus empresas y nos brindaba numerosos ejemplos: prácticas cotidianas de meditación, desarrollo de propósitos evolutivos que den sentido a la empresa, actividades de empatía y conexión, disolución de los egos, etc.

Dentro de poco ya no habrá personas que quieran trabajar solo por dinero, eso está pasado de moda

Porque las empresas son mucho más que productos, servicios, procesos y ganancias. Están compuestas también de ilusiones, esperanzas, amistades, relaciones y utopías. Creo que las empresas que saben combinar lo material con lo espiritual van mucho más lejos, se dotan de una energía propia que las proyecta hacia el futuro. Necesitamos empresas que ganen dinero, es cierto. Y cuanto más, mejor. Pero también necesitamos empresas que quieran cambiar el mundo y convertir este pobre planeta en un lugar que valga la pena habitar.

Dentro de poco ya no habrá personas que quieran trabajar solo por dinero. Eso está pasado de moda. La gente quiere diversión, colaboración, proyectos, creatividad, pasión. ¿Pueden todas las empresas proporcionar estos elementos esenciales para construir cierta espiritualidad?
En la Singularity University llaman a eso Propósito de Transformación Masivo. Es decir, ganas de impactar positivamente en el mundo. Es lo que hizo TED con sus charlas de dieciocho minutos, lo que hace la catalana Heura Foods con sus ganas de sacudir el actual sistema alimentario o lo que lleva décadas haciendo Patagonia, por poner solo unos pocos ejemplos.

Los que defendemos los valores de la espiritualidad en la empresa, la ciencia y, en general, en la sociedad, somos todavía minoría. Aún abundan los de «yo sólo creo en lo que puedo ver y tocar». Pero las cosas van cambiando poco a poco. La terrible guerra de Ucrania y los fenómenos colaterales como el desabastecimiento y el encarecimiento de muchos productos y servicios nos hacen ver que no vamos bien si seguimos haciendo lo de siempre. El materialismo ha muerto, también en las empresas.

Franc Ponti, profesor de Innovación en EADA Business School.

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