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¿Qué nos espera en otoño?

Las perspectivas económicas se ensombrecen, de la mano de la escalada de precios y la crisis energética

01 agosto 2022 12:16 | Actualizado a 01 agosto 2022 12:29
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Aprovechar lo que queda de verano sin calentarse demasiado la cabeza y apretar los dientes cuando llegue el otoño, si es que hay que hacerlo. Es un mecanismo mental ante la incertidumbre que sobrevuela el último trimestre del año, donde ninguna de las amenazas parece hoy disiparse: inflación, subida de tipos de interés, contracción de la demanda, crisis energética y de materias primas, guerra en Europa.

Lejos de amainar, esos malos augurios amenazan con proliferar. Esta misma semana, los EEUU entraron en recesión técnica, al contraerse su economía un 0,2% en el segundo trimestre del año y encadenar (con un retroceso del 0,4% en el primer trimestre del año) dos trimestres de caídas del Producto Interior Bruto (PIB), lo cual tradicionalmente ha sido calificado como recesión.

En Europa, por su parte, aunque las perspectivas de crecimiento van a la baja, en ningún caso entran todavía en terrenos negativos. La Comisión Europea cifraba en sus previsiones económicas de verano la perspectiva de crecimiento en 2023 del Producto Interior Bruto (PIB) para la zona euro en un 1,4%, mientras que para el conjunto de la Unión Europea lo situaba en un 1,5%. Es decir, se espera seguir creciendo. En el caso de España, esa previsión de crecimiento del PIB alcanzaba el 2,1%.

«En general -analizaba la Comisión Europea en sus previsiones de verano difundidas hace apenas dos semanas-, se cuenta con que la economía de la Unión Europea seguirá creciendo, aunque a un ritmo significativamente más bajo del que se anunció en las previsiones de primavera de 2022».

¿Veremos nuevas correcciones que nos lleven a seguir el camino iniciado por la primera economía del mundo al encadenar dos trimestres consecutivos de crecimientos negativos? ¿Qué podemos esperar este otoño y, concretamente, qué podemos esperar en nuestro entorno más cercano? Josep-Maria Arauzo-Carod, catedrático de Economía de la Universitat Rovira i Virgili (URV), avanza que «será un otoño complicado».

«Ahora -explica este catedrático de la URV-, la economía está un poco dopada por el turismo, con un verano muy bueno, comparable al de 2019. Pero en septiembre y octubre nos encontraremos con una inflación disparada, guerra en Ucrania, restricciones del gas ruso que precisarán de la solidaridad entre estados... sobre todo, un escenario de incertidumbre».

Una incertidumbre que lleva a que ninguno de los instrumentos que puedan ponerse en marcha desde las políticas económicas destaque claramente hoy como la opción indiscutible y de consenso. «Ahora -argumenta Josep-Maria Arauzo-Carod-, con la subida de los tipos de interés (el Banco Central Europeo subió la semana pasada el precio del dinero un 0,50%, en la primera subida de tipos desde hacía once años), surge la típica discusión: ‘¿Es mejor combatir la inflación o evitar una crisis?’. Se ha optado por la solución ortodoxa (combatir la inflación subiendo los tipos), pero ya veremos qué sucede a partir de octubre».

«Acumulamos inflación, y es una cadena que hemos de romper sea como sea, lo cual tendrá costes» Mercedes Teruel (CEC)

«Aventurar conclusiones en este marco -prosigue Arauzo-Carod- es muy difícil. El ejemplo es el acuerdo alcanzado entre Rusia y Ucrania para exportar grano de los puertos ucranianos: al día siguiente del acuerdo, Rusia bombardeaba el puerto de Odesa. Si no sale grano, habrá una crisis humanitaria muy alta en África. Todo son fenómenos en cadena y todo es muy variable».

Aún así, nada parece indicar, hoy por hoy, que revivamos momentos como los de la crisis de 2008. «Las medidas para combatir el incremento de precios -señala este catedrático de Economía- no tienen efecto a corto plazo, y estamos centrifugando el problema hacia el futuro, pero no creo que llegue a suceder que volvamos a salir cada día en las portadas con la prima de riesgo disparada, pese a que con la subida de tipos el incremento de la deuda pública es enorme y se tendrá que pagar de alguna manera, lo que implica recortes».

Mercedes Teruel, vicepresidenta del comité ejecutivo de la sede en Tarragona del Col·legi d’Economistes de Catalunya (CEC) y directora de la Càtedra per al Foment de la Innovació Empresarial de la Universitat Rovira i Virgili (URV), certifica que «estamos viendo lo que llegará».

El índice de Confianza Empresarial de las empresas de la Cambra de Reus ha remontado en junio hasta el 18,5%, tras caer en marzo al 10,2%

«Vemos desajustes en los mercados -observa Mercedes Teruel- fruto de la rotura de las cadenas logísticas por la Covid-19 y la guerra en Ucrania, tensiones entre oferta y demanda, y un proceso inflacionista que tendrá repercusiones en el día a día de las familias».

«Podemos esperar -prosigue- que se lleven a cabo políticas para tratar de compensar las pérdidas de poder adquisitivo de las familias y ajustes en determinadas áreas. En el caso del sector energético, al reducir los consumos energéticos, de una situación crítica se puede generar una oportunidad, pensando en el cambio climático. Por otro lado, con la amenaza de inflación hay una previsión de aumentar tipos de interés».

Con todos estos elementos a la vista, y a pesar de las señales que llegan desde EEUU y las previsiones de crecimiento a la baja que acaba de comunicar la Comisión Europea, «no podemos hablar todavía de recesión -analiza Mercedes Teruel- y no lo visualizo con los datos». Sobre la posibilidad de entrar en estanflación (un estancamiento o retroceso del crecimiento económico acompañado de un proceso inflacionista), Mercedes Teruel constata que «acumulamos inflación, y es una cadena que hemos de romper sea como sea, lo cual tendrá costes».

«Pienso -añade Mercedes Teruel, del Col·legi d’Economistes de Catalunya- que se intentará que el consumo sea lo más racional y lo menos superfluo posible», con la subida de tipos de interés como una forma de incentivar esas prácticas. «El problema -prosigue- es que, si aumentan los tipos de interés, la factura de las hipotecas a tipo variable subirá, y hará falta la complicidad del sector financiero en determinados casos de familias».

«Hace falta una socialización de la inflación» Josep-Maria Arauzo-Carod (URV)

¿Son esperables situaciones como las vividas con la crisis de 2008, con impagos y desahucios a diario? «Hoy -reflexiona Mercedes Teruel- los indicios no apuntan hacia esta situación pero, con el aumento de los tipos de interés, las familias tendrán que destinar más recursos a la hipoteca, y determinadas familias se verán en una situación que requerirá de un pacto entre la banca y el Estado».

Josep-Maria Arauzo-Carod, de la URV, coincide con esta visión: «El escenario es radicalmente diferente a 2008, porque entonces estábamos en la cima de una burbuja inmobiliaria, con una serie de colectivos que habían accedido a préstamos hipotecarios cuando, objetivamente, no reunían las condiciones. Ahora no tenemos esto, porque hemos ido de un lado al otro, y las condiciones para la concesión de estas hipotecas se habían endurecido mucho».

«No venimos ahora -prosigue Arauzo-Carod- de una economía sobrecalentada. Es evidente que el recibo de la hipoteca tendrá efectos en determinados colectivos, pero no de la magnitud que tuvo en aquellos años. Además, algunos casos de desahucios de familias vulnerables como los que vimos entonces, hoy difícilmente pasarían la prueba de las redes sociales».

En sus previsiones económicas de verano, la Comisión Europea calcula que el Producto Interior Bruto español crecerá un 2,1% en 2023

Conflictividad laboral

Otra cuestión es la de las revisiones salariales, donde se contempla un aumento de la conflictividad laboral a partir de septiembre. «Hay que ver -razona Mercedes Teruel, del Col·legi d’Economistes de Catalunya- cómo la inflación se va compensando con el aumento de los salarios, pero no sé hasta qué punto podremos ver incrementos salariales compensadores, porque quizás queden en la franja de la inflación subyacente».

«Será un tema -prosigue- que sin duda los sindicatos lucharán, y si el aumento de los salarios es todo por el lado del empresario, habrá una repercusión en los precios». Además, añade esta economista, desde la perspectiva empresarial, «el coste de la inversión será mucho más alto, lo cual puede significar un retraso en las inversiones. Pero si hay un aumento de los costes energéticos, también puede incentivar esas inversiones en determinadas industrias, por ejemplo en mejoras del consumo energético».

El PIB de los EEUU se contrajo un 0,2% durante el segundo trimestre. Sumado al retroceso del 0,4% hasta marzo, supone entrar en recesión

«Por desgracia -razona Josep-Maria Arauzo-Carod, de la URV-Catalunya es un país que vive en un espejismo periódico en verano, con la actividad turística, y hace falta un cambio de modelo. Es evidente que [a partir de septiembre] llegará una caída de la actividad, con las familias muy asustadas con las cifras de inflación de dos dígitos, y habrá afectaciones al consumo claras. Esto lleva a que las empresas, en un contexto incierto, inviertan menos, y el último trimestre del año será, en términos laborales, complicado».

«Hemos de aceptar -añade Arauzo-Carod- que todos perderemos poder adquisitivo, pero hace falta una socialización de la inflación. Lo que hay es demasiado ruido mediático y demasiada poca responsabilidad. Es necesario que Gobierno y agentes sociales se sienten y socialicen el incremento de la inflación. Aunque creo que, desde el punto de vista laboral, será un otoño caliente; porque no habrá capacidad de cerrar acuerdos, con lo cual veremos muchos conflictos y muchas huelgas, con un conflicto social importante. No puedes indexar los salarios 100% a la inflación, pero tampoco puedes dejar que se desvinculen».

«No es que seamos más optimistas, sino que no vemos las cosas tan mal como las veíamos hace tres meses» Hildebrand Salvat (Radar Cambra)

¿Cómo impacta todo esto en la confianza de las empresas? La Cambra de Comerç de Reus presentó esta semana la última edición de Radar Cambra -un observatorio empresarial elaborado en colaboración con la empresa Ceres que consulta de forma periódica la situación, necesidades y preocupaciones de las empresas de la demarcación cameral de Reus-, donde los resultados, pese al dominio de la incertidumbre, invitan a un cierto sosiego.

En la última oleada de Radar Cambra (relativa al segundo trimestre de 2022) destaca un repunte del Índice de Confianza Empresarial (ICE) de las empresas, que de un 10,2% en el primer trimestre pasa ahora a un 18,5%. Tras haber alcanzado máximos durante el cuarto trimestre de 2021, con un índice situado en el 31,7%, el estallido de la guerra de Ucrania durante el primer trimestre del presente 2022 desplomó ese índice hasta el 10,2%.

Constatado el impacto real que todos los elementos de incertidumbre han acabado teniendo en la actividad de las empresas consultadas y con las expectativas de futuro revisadas, ese Índice de Confianza Empresarial (ICE) volvió a subir durante el pasado trimestre. La caída de la confianza, además, había sido mucho menor que la que hubo cuando estalló la pandemia global de Covid-19, con un ICE hundido en un -11,1% durante el segundo trimestre de 2020.

Hildebrand Salvat, director de Radar Cambra, sintetiza la explicación: «Tras el bache del primer trimestre, hay cierta recuperación de los indicadores, tanto de visión del territorio como de situación de empresa, aunque no mejora el optimismo de cómo lo veían de aquí a un año. Entramos en una dinámica de incertidumbre, y no es que seamos más optimistas, sino que no vemos las cosas tan mal como las veíamos hace tres meses».

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