La crisis de 2008 provocó la destrucción de 4,5 millones de puestos de trabajo en España. Ahora, destaca Josep Oliver, «las medidas de apoyo del Gobierno son altas y la ocupación aguanta».
¿Hemos constatado con la pandemia los efectos que tiene la terciarización?
La terciarización de nuestra economía es evidente. En 2007, el sector terciario pesaba un 65% sobre toda la ocupación de Catalunya, mientras que diez años después era un 75%. Observamos un doble fenómeno en ese periodo. Por un lado, esa subida en el peso sobre la ocupación de los servicios personales, tales como la hostelería, el comercio, la restauración, los transportes, el ocio... Por el otro, un gran desplome de la ocupación industrial manufacturera y de la construcción. Lo cual lleva a que, en 2013, cuando la crisis de 2008 toca fondo, tienes una industria y una construcción que han perdido, y unos servicios que han ganado.
Una tendencia que, pese a la llamadas de la Comisión Europea a reindustrializarnos, no se revierte. ¿Es así?
Ciertamente, porque a esto le tienes que sumar el crecimiento económico entre 2013 y 2019, donde los servicios crecen mucho, hasta situarse en niveles en los que tres cuartas partes de la ocupación es terciaria. Alrededor de un 18% o 20% de estos servicios serán finanzas, logística y servicios a las empresas, que dependen mucho de la industria y de lo que hagan las actividades productivas, pero el resto no.
Servicios no esenciales, que durante la Gran Reclusión tuvieron que echar el cierre. Y ahí vimos la dimensión de la terciarización...
En el momento en el que te coge la Covid, solo has de mirar la comparativa de Catalunya con las principales regiones europeas avanzadas y ves que, en Catalunya, tienes una caída del VAB (Valor Añadido Bruto) del 11,7%, que es más del doble que el que experimentan estas regiones.
¿Por ejemplo?
Tienes Baden-Württemberg, en Alemania, con una caída del 5,4%, o Baviera, también en Alemania, con un 5,5%, o la región de Bruselas, en Bélgica, con un retroceso del 5,2%. Nosotros, en cambio, tenemos una crisis mucho más severa, y eso es porque tenemos una estructura productiva mucho más sesgada, mientras que ellos tienen más industria. No está mal, el impacto...
Hemos visto el reverso de la terciarización, y ahora no paramos de repetir la consigna: ‘reindustrializar’. ¿Estamos en condiciones de lograrlo?
Catalunya, al principio de la entrada en el euro, estaba entre las regiones más industrializadas de Europa. Pero, desde entonces, pasamos de casi un 30% de ocupación en el sector industrial en el año 2000 al 14% o 15% de ahora. ¿Que necesitamos un proceso de reindustrialización? Por descontado.
¿Estamos aprovechando para ello la oportunidad de los fondos Next Generation EU?
La misma Comisión Europea es extraordinariamente dura en el control de los fondos Next Generation, donde 70.000 millones de euros son gratia et amore (gratuitamente), pero los otros 70.000 millones son créditos. Pero en los gratia et amore, Holanda consiguió incorporar, en el proceso de envío de los fondos, un control exhaustivo que, unido a la burocracia española, lo ralentiza. Y ahí tenemos por ejemplo el PERTE de la automoción, que parece ‘el parto de los dolores’. Por eso creo que el calendario se prorrogará, porque si no son capaces de lograrlo ni en un sector como el de la automoción... No me extrañaría que se alargase a 2024.
Pero mientras tanto, hay decisiones estratégicas que tomar. En el polo petroquímico de Tarragona, por ejemplo, se deciden hoy inversiones críticas para el futuro, en un horizonte de transición energética y descarbonización. ¿Nos quedaremos atrás?
Mi percepción es que la guerra de Ucrania ha alterado el ritmo de implementación de la transición energética. Ver a Alemania reabrir las centrales de carbón es un ejemplo. Y si la transición energética no se hace bien, habrá mucha gente que se puede ver afectada. Llevamos casi dos años con los Next Generation, ahora se le ha sumado la crisis energética, que me recuerda mucho a la de los años setenta y ochenta, y no sé si las políticas que estamos siguiendo para compensar estos costes son las más adecuadas.
Evocar la crisis del petróleo de 1973 no es poca cosa...
Los signos de los tiempos son duros, porque se me hace difícil visualizar el funcionamiento de la economía alemana de postguerra. La clave es qué le pasa a la industria alemana en este contexto, cuando estás en un periodo de transición donde se te ha alterado el mercado global de la energía. Tienes una crisis energética, pero después de lo que ha pasado con Rusia, eso es un aviso para navegantes muy grande para China.
¿A qué se refiere?
Al bloqueo de las reservas financieras de Rusia. Eso, China lo ha seguido con mucha atención, porque también tiene reservas financieras por todo el mundo.
¿Se revierte el proceso de globalización? ¿Volvemos a un escenario de Guerra Fría con dos bloques económicos diferenciados?
Esta idea de echar para atrás la globalización está definiendo un cambio que no sabes hasta dónde puede llegar, ciertamente. A la incertidumbre energética le añades ahora la ‘Chips Act’ [una legislación, promulgada tanto en los EEUU como en la UE, para favorecer la industria local de chips ante el dominio de los componentes electrónicos asiáticos] y, ciertamente, algunas señales apuntan hacia esos dos bloques. Tienes la incertidumbre de hacia dónde va la globalización.
¿Y dónde queda Europa, en este reordenamiento global?
Es una buena pregunta, porque cuentas con un modelo de crecimiento basado en la competitividad industrial alemana, con una energía relativamente barata, donde ahora has hecho un viraje de 180 grados, que lleva a que muchos alemanes hablen de buscar un acuerdo con Rusia. El futuro de Europa dependerá de cómo acabe la guerra y cómo se reestructuren las relaciones con Rusia después. Algo, esto último, que cada vez parece más difícil.
¿Se ha equivocado la Unión Europea con sus políticas energéticas? ¿Tiene sentido cerrar centrales nucleares mientras se reabren centrales de carbón?
Pienso que no, y Francia es un ejemplo. En una situación que tienda hacia dos bloques, ¿alguien piensa que el precio de la energía bajaría? Más bien lo contrario. Se vería un crecimiento del precio de la energía a medio plazo. En este contexto, la apuesta por las nucleares en Francia, aunque no solo, es una estrategia razonable. Hay mucha incertidumbre acerca de prorrogar la vida de las centrales nucleares, tal y como está haciendo Francia, pero es una medida de independencia energética, y estoy convencido de que será un elemento en el debate que se originará sobre el modelo energético en la próxima década.
Con todos estos elementos, ¿comparte la visión de quienes dicen que llega una recesión en 2023?
El consenso general es que el Banco Central Europeo (BCE) continuará subiendo los tipos de interés hasta el 3% en la primavera, y que el euribor alcanzará el 5%. Otra cosa es la capacidad que tenga para controlar realmente la inflación. El BCE está atrapado entre el mandato de frenar la inflación y la angustia de provocar una recesión. Y luego, hay otras cuestiones. Por ejemplo: ¿Tiene sentido subir los tipos de interés y, al mismo tiempo, subvencionar aquí la energía?
¿Cuál es la respuesta?
Que pienso que mejor que los precios se manifiesten y que se orienten los recursos públicos a colectivos especialmente sensibles, tal y como se hará con las hipotecas. Dicho esto, el BCE no tiene margen de maniobra, ha de subir tipos porque, si no, el euro se deprecia respecto al dólar, aunque hacia finales de 2023 quizás empezaremos a ver reducciones. ¿Habrá una recesión técnica? Sí. Este trimestre y el que viene, quizás tengamos un crecimiento intertrimestral negativo, pero cuando hablamos de recesión, la última seria es la de 2008. Allí perdimos 4,5 millones de puestos de trabajo. Ahora, quizás puede haber un ajuste, pero una caída del PIB del 1% o un crecimiento de la ocupación del 0%, ojalá lo hubiésemos tenido en 2008.
Aunque con una pérdida de poder adquisitivo notable y generalizada. ¿Eso no debería preocuparnos?
Hay un elemento que es crítico, y es que la ocupación está aguantando. Las familias ven que no pierden el puesto de trabajo. Perderán poder adquisitivo, es cierto, pero la pérdida de poder adquisitivo más salvaje es cuando pierdes tu puesto de trabajo.