Dicen que, como los niños, los animales nunca mienten y que nos muestran a nuestro verdadero yo. «Los caballos nos acompañan a conectar con nuestra autenticidad, que es donde surge nuestra mayor fuerza y autoestima. Es lo que nos da empuje, nos empodera y da voz a lo que de verdad nos apasiona y conecta con la vida».
Gemma Arrufat (Reus, 1994) ha tenido desde siempre una conexión especial con estos animales. Desde muy pequeña ya pedía a sus padres que la llevaran a montar a caballo. «Con 8 años lo conseguí y desde entonces han sido mis grandes amigos», explica. «Estar en la hípica pasó a ser mi lugar favorito».
A los 14 le regalaron una yegua preciosa, aunque con mucho carácter. «La llamé Krima d’or y me acompañó a hacerme adulta». Asegura que, sin saberlo, también le ayudó a convertir su principal afición en lo que sería finalmente su oficio: Arrufat se licenció en ADE, pero sus inquietudes la llevaron a graduarse también en Psicología, especializándose en mindfulness y constelaciones familiares. «En los cursos conocí a personas que guiaban los procesos con caballos y me enamoré de la idea de sumar mis dos grandes pasiones. Desde entonces he enfocado mi profesión a poder ir de la mano de los caballos: quería que otras personas también pudiesen disfrutar eso tan terapéutico que yo había experimentado desde pequeña».
En psicología definen a las constelaciones familiares como una representación de una situación que se quiere solucionar. En ella juegan un papel clave distintos actores (personas, emociones o elementos) y los representantes (en este caso, los caballos), que son quienes ayudan a desvelar la problemática e intentar resolverlo en la vida real.
¿Cómo ayudan los animales? «Muestran información con su comportamiento, como por ejemplo incomodidad, relajación, nerviosismo, interés... y el terapeuta lo verifica con las personas que reciben la sesión», relata. ¿Y por qué con caballos? Porque reaccionan a nuestros estados mentales y emocionales por dos motivos científicamente probados: primero, al ser animales presa, han desarrollado una gran capacidad de leer el lenguaje no verbal (los humanos somos 93% lenguaje no verbal). Segundo, su corazón tiene un campo electromagnético mucho mayor que el nuestro, capaz de entender nuestras emociones. «En un proceso terapéutico nos harán de espejo; sin juzgar nos mostrarán información valiosa de cómo nos estamos moviendo respecto al tema que queremos resolver».
En la actualidad, Arrufat se dedica a acompañar madres y padres con hijos de entre 10 y 20 años que quieren mejorar la relación con ellos y a ser buenos guías en su crecimiento y también, de manera individual, a adultos a resolver sus problemáticas personales o profesionales, siempre desde el enfoque sistémico y con el acompañamiento de los caballos.
Los procesos, que realiza en centros hípicos del territorio (incluso fuera de la provincia), duran entre 4 y 6 sesiones de una a hora y media cada una, donde se construye una intervención hecha a medida y en la que participan de 2 a 6 caballos. «La respuesta y la solución está dentro de uno, yo solamente doy herramientas para descubrirlo», apunta la psicóloga, quien asegura que para ella «los caballos son libertad, coherencia, sensibilidad y buen corazón; estar con ellos nos ayuda a entrenar todo esto».