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Borges ultima su salida de Rusia

El grupo alimentario, con sede y arraigo histórico en Reus, liquida su oficina comercial en San Petersburgo y dejará el país en meses. Al inicio del conflicto apostó por mantener su actividad

25 febrero 2023 09:21 | Actualizado a 25 febrero 2023 13:51
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Borges International Group, compañía con presencia y arraigo histórico en Reus, ultima su salida de Rusia. Lo hace después de haberse mantenido un año en el país, a pesar de la invasión en Ucrania. El grupo alimentario mantiene todavía su oficina comercial, en concreto en San Petersburgo, pero está «en proceso de cerrarla», según explican fuentes de la empresa.

Con su liquidación y su clausura, Borges dejará de tener presencia en Rusia y se añadirá a la lista de firmas que en el último año han abandonado la nación. Esa marcha corresponde a un «cambio de modelo de negocio», inevitablemente «acentuado por la situación», en referencia al conflicto bélico que arrancó hace justo un año.

La firma no pone una fecha concreta a ese adiós, pero la decisión es firme, está tomada desde hace meses y es cuestión de que se vayan dando pasos hacia su disolución definitiva. «No sabemos si será cuestión de un mes, de dos...», explican desde la empresa. Borges adquirió la sociedad rusa ITLV, su filial, en 2004, hace casi dos décadas. Está ubicada en San Petersburgo y se dedicaba a la comercialización de productos como aceitunas, pasta, aceite, bebidas vegetales, vinagres y frutos secos.

Actividad a la baja

La actividad de esta delegación comercial había ido a la baja en los últimos tiempos, hasta ser prácticamente nula. Actualmente hay alrededor de cinco personas trabajando. Por tanto, el grupo de alimentación no clausura ningún gran centro de producción ni ninguna delegación de envergadura. La situación ha cambiado ostensiblemente en el último año. En pleno debate sobre la conveniencia o no de las empresas de seguir operando allí, en una controversia incluso con derivadas morales, Borges optó por mantener su actividad en un primer momento, incluso argumentando de forma muy concreta esa opción. «Nuestra presencia en Rusia es meramente comercial con el único objetivo de abastecer a la población rusa con productos de primera necesidad enfocados a los cuidados de la salud», reconocían fuentes de la empresa el pasado mes de abril.

El grupo alimentario, con más de 125 años de historia y líder en procesado industrial o comercialización de aceite de oliva o frutos secos, no ha sido ajeno a la situación. «Borges International Group está consternada por las innumerables consecuencias negativas del actual conflicto entre Rusia y Ucrania», explicaba entonces. La marca había decidido continuar con su actividad en territorio ruso en esa clave ciudadana de proporcionar servicios de primera necesidad: «La no comercialización de esos productos provocaría un daño a la población civil, que no es culpable del conflicto existente».

Donación de productos a Ucrania

La empresa también resaltaba cuál estaba siendo su aportación para paliar las consecuencias de la guerra. «Desde el inicio del conflicto Borges International Group se ha volcado con Ucrania contribuyendo a la donación de producto a diferentes asociaciones que abastecen de recursos a la población ucraniana», añadían desde la compañía. Según la página web de la empresa, su marca ITLV «está presente principalmente en Rusia y los países del este con una gran notoriedad». Además, indica que «su extensa gama de referencias se adapta a las necesidades y gustos de los consumidores».

«Estamos en proceso de cerrar la oficina comercial por un cambio de modelo acentuado por la situación», explican desde Borges International Group

En los últimos años, Borges había explorado las posibilidades que ofrecía Rusia como mercado en expansión. De hecho, la internacionalización es una de las bases. Desde hace años, la marca quiere llevar la dieta mediterránea a países en principio tan ajenos a ella como India, China o la propia Rusia. No es de extrañar, ante el potencial de las economías emergentes.

El impacto de la guerra en este plano empresarial ha sido profundo y todavía dura. Eso sí, un año después, hay balances que muestran que aquella presumible fuga de empresas ha tenido un alcance mucho más limitado de lo que pudiera parecer en un primer momento.

Vetos comerciales

Una investigación a cargo de dos académicos, Simon J. Evenett, de la Universidad de St. Gallen, y Niccolò Pisani, de la IMD Business School, rompe el mito de la marcha de compañías occidentales del territorio ruso: «A finales de noviembre de 2022, nuestro análisis muestra que el 8,5% de las empresas de la UE y del G-7 habían vendido al menos una de sus filiales rusas».

Otra de las políticas adoptadas por algunas empresas en un primer momento fue la del veto comercial. Es el caso, por ejemplo, de la firma Bauhaus, con un centro en el polígono de Les Gavarres, en Tarragona. La marca de bricolaje, reformas, decoración y jardín tomó la decisión de suspender el suministro de productos originarios de Rusia y de Bielorrusia. «Esta medida se adopta ante la invasión de Ucrania, posterior guerra y crisis humanitaria provocada por parte de los dos países mencionados y se pondrá en práctica en todas las tiendas», explicaban desde la compañía.

Se trata de un boicot por cuestiones éticas, que iba más allá de las numerosas sanciones impuestas sobre Rusia. «Con esta medida, Bauhaus refuerza su compromiso y su responsabilidad social, ya que la escalada de violencia desatada en Ucrania contraviene los valores de la compañía, centrados en la promoción y difusión de los derechos humanos. Además, la situación actual ha provocado el sufrimiento y desplazamiento de la población civil», dice la empresa, que ha tenido que buscar mercados alternativos para minimizar el impacto y garantizar la cadena de suministros.

«La guerra ha cambiado las relaciones y cada empresa se adapta» explica Roberto Barros, director de internacionalización de la Cambra de Tarragona

Más allá de los inversores que se han marchado y de los vetos, la guerra ha cambiado por completo el tablero de las relaciones comerciales internacionales, y también la actividad de las empresas tarraconenses. «La relación con Rusia ha bajado muchísimo, no tiene nada que ver con cómo era antes de la guerra. Algunos perdieron la clientela, otros han tenido que rastrear otros mercados, pero cada empresa se ha ido buscando la vida, adaptándose a la nueva situación», explica Roberto Barros, director del área de internacionalización de la Cambra de Comerç de Tarragona.

Barros añade que «ha cambiado todo», desde las propias estrategias empresariales a los mismos precios, lo que impacta en el tejido productivo. «Todos hemos visto cómo los precios han subido mucho, y también es debido en parte a toda esta situación. Si en lugar de comprar a un país lo haces a otro, quizás te sale más caro, y eso repercute en toda la cadena. Lo estamos viviendo nosotros mismos como consumidores», zanja el responsable de internacionalización de la Cambra.

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