Las relaciones comerciales de Tarragona y Rusia se han dado un batacazo previsible en lo que va de 2022. Las importaciones, el grueso principal de las transacciones, se han hundido un 83% en los últimos meses. Entre mayo y agosto Tarragona le compró a Rusia por valor de 31 millones, por los 188 del mismo periodo de 2021, según los balances de Comercio Exterior, un organismo dependiente del Ministerio de Industria.
El vínculo, sobre todo en cuanto a compras, era estrecho hasta el estallido de la guerra. A partir de ahí, tanto las sanciones como los vetos provocaron que se suspendieras las relaciones con el país. También han entrado en juego consideraciones morales. La firma Bauhaus, con presencia en Tarragona, suspendió en marzo el suministro de productos rusos, porque la escalada de violencia iba en contra de «los valores de la compañía».
Eso sí, el bloqueo económico y comercial impuesto también ha ido generando efectos contraproducentes en el tejido empresarial tarraconense. «Todo tiene repercusión, porque las cadenas de producción no se cortan. Tú puedes penalizar a Rusia, pero las relaciones van más allá, hay un efecto dominó hacia países y empresas de otros puntos del planeta», explica la catedrática Maria Llop, directora del Departament d’Economia de la URV.
La consigna principal ha sido dejar de depender energéticamente de Rusia, una conexión que en España no era demasiado profunda. Las cifras que publica el Port de Tarragona muestran cómo las empresas han cortado ese grifo. De enero a septiembre, han entrado al Port 562.684 toneladas desde Rusia de líquidos a granel, un tipo de tráfico que representa el 60% del volumen total y en el que se incluyen productos como el crudo o los hidrocarburos. Es la misma cantidad que había en el acumulado hasta abril.
Desde entonces, en los últimos seis meses no ha venido nada con esa procedencia. En 2021, a estas alturas, había llegado el doble, 1,2 millones. Estados Unidos es el primer país en nivel de actividad en el Port respecto a esos líquidos a granel, con 1,6 millones de toneladas, por delante de Libia, Argelia y Nigeria, naciones que han venido a ocupar el hueco que ha dejado Rusia como vendedor de combustibles. El año pasado Rusia era el cuarto país en actividad. Ahora es el séptimo.