Un empate fue lo mínimo que merecía el Nàstic para la imagen que ofreció ante el Deportivo. Hizo un partido de Segunda División. Un auténtico despliegue de intensidad, calidad, asociación y brillantez. Redujo al flamante Dépor a la nada. El cuadro coruñés llegaba a Tarragona con una racha de siete victorias consecutivas y marcando un mínimo de cuatro goles en las últimas cinco jornadas. Se fue sin lo uno y sin lo otro. Solo pudo aguantar el liderato. Por inercia, porque en el verde fue superado por el vendaval tarraconense. Por eficacia. Mella convirtió la única que tuvo, mientras que el acierto grana se redujo al cabezazo de Pablo Fernández para ganar el partido y, sobre todo, por Germán Parreño. El portero sostuvo a su equipo y le permitió salir vivo del Nou Estadi.
Reinaba un ambiente de día grande. Uno de esos partidos que vale la pena vivirlos. Y que hay que disfrutar al máximo. Fútbol en todo su esplendor. El Nàstic estuvo a la altura de los acontecimientos. Demostró encajar en estos escenarios y estar ampliamente preparado para encararlos con fiabilidad. Un mensaje que vale para este encuentro, pero también de cara al futuro. A un hipotético play-off, por ejemplo. Venga quien venga, con este Nou Estadi lleno hasta la bandera, vendrá a sufrir.
El Deportivo padeció del primero al último minuto. Quiso controlar los primeros minutos para enfriar el partido. Tratar de minimizar los acontecimientos. Que pasen pocas cosas. No pasó nada, que se reflejara en el marcador del Nou Estadi, porque Pablo Fernández perdonó.
El asturiano tuvo un remate plácido. El engaño de Andy, amagando y centrando tras recorte, cuajó a la perfección. El golpeo aún fue mejor. La puso en el vértice del área chica. Ahí estaba Pablo. Quiso colocar y su cabezazo fue respondido con una mano extraordinaria.
El Nàstic estaba entonado. Tenía el partido que quería hacer muy claro. No le hacía falta que su entrenador estuviera en el banquillo. Contuvo a todo un Dépor con una presión más efectiva que intensa. El despliegue ofensivo en bloque medio dejaba sin salidas al cuadro gallego.
Cada pérdida, cada mal pase, cada duelo perdido -que eran todos- hundía mentalmente a un Dépor que quedó a merced del Nàstic. Durante media hora fue un repaso total del cuadro local. Un aluvión que el conjunto coruñés no supo contener. Se encontraba acorralado. Encerrado ante una fiera que le lanzaba dentelladas. En toda la primera mitad, solo pudo protegerse. Ni un solo tiro a puerta. Sin noticias de Lucas Pérez, Mella o Villares. Todo el protagonismo recaía en los futbolistas granas.
Pol Domingo corría el carril diestro como si fuera el mismo Cafú reencarnado en un pelirrojo de La Pobla de Montornés. Imparable. El lateral tarraconense se crece en los partidos grandes.
Las ocasiones granas se sucedieron. Una tras otra. Marc Fernández remató muy centrado un centro de Pablo Fernández que llevaba veneno. Mula recogió un balón caído en el área, pero su golpeo se fue por encima del travesaño. El barcelonés destapó su versión más trabajadora, recuperando balones y carburando en la circulación vertical del equipo.
La brillantez grana pedía a gritos el premio del gol, pero lo que se encontró fue con un escollo en forma de lesión. Óscar Sanz pidió el cambio después de una acción en un duelo aéreo. El cambio no produjo efecto alguno. Ni siquiera el anímico. El equipo tarraconense siguió a lo suyo. Generando oportunidades y apretando al Dépor que pedía tregua.
Marc Fernández volvió a encarar a Germán Parreño, tras recibir un pase filtrado de Montalvo, lo superó, pero la defensa tapó su disparo posterior. Más fortuna tuvieron con un rebote a tiro de Mula. Igual pudo ir adentro como fuera, como pasó.
La sensación de que el Nàstic había perdonado, que dominaba en el descanso, se confirmó con el gol del Deportivo nada más iniciarse el segundo tiempo. Montalvo perdió su segundo balón consecutivo. Si el primero él mismo reparó el daño, en el segundo dejó una brecha abierta que Mella supo aprovechar.
El Nàstic tuvo que digerir una situación injusta. Su superioridad no solo se traducía en el marcador, sino que se veían por debajo de un equipo que no le había generado ni una sola ocasión de peligro.
Empezó a costar llegar al área. Faltaba oxígeno y Dani Vidal ordenó el cambio desde la distancia. Marc se había vaciado y había que meter pólvora. Solución: Concha y Godoy. Dieron esa punta de oxígeno que requería el ataque. El cántabro puso una delicia de centro que Pablo, esta vez, no dejó escapar. Desde el segundo palo conectó un cabezazo templadito y situó el cuero a contra pie de Germán. Era lo mínimo que merecía el Nàstic. El Dépor seguía sin dar señales de vida. Se dedicó a capitalizar la pérdida de tiempo. Aposentarse en defensa y aguantar el reloj. Una jugada personal de Mella fue toda su producción ofensiva.
Borja Martínez tuvo la victoria. Se metió por el área como Pedro por su casa. Mula le puso el cuero y el disparo, directo a la escuadra, se encontró con un guante impresionante de Germán que privó al Nàstic del triunfo.